Los Presupuestos para 2012 suponen un recorte brutal, que pudiera alimentar la depresión de la economía. Pero la cuestión reside en si, al condicionar la UE su apoyo financiero a una política como la reflejada en esos Presupuestos, queda alternativa. Tal vez no. Hasta ahora pensábamos que la UE servía para darnos ayudas y ahora resulta que nos gobierna. Tras tanto debate sobre el soberanismo nos damos cuenta de que la verdadera soberanía la tiene la UE, donde al final se decide el gasto que haga España y, de rebote, Cataluña, Euskadi o la Ciudad Autónoma de Melilla. Un europeísta debería celebrar este hecho político. El problema está en que la política económica europea puede estar muy equivocada, pero para corregirla hay que ganar en las instituciones de Europa y en la calle de Europa. A la izquierda no le bastará espabilarse, debe reinventarse para lidiar en un nuevo campo de juego.