Si los medios de comunicación públicos han de ser un espejo de la sociedad a la que sirven, Televisión Española está llevando el aserto hasta sus últimas consecuencias. No sólo informa en sus programas sobre el hundimiento del país sino que, al tiempo, se hunde ella misma como solidarizándose con su entorno. Los telediarios son inevitablemente la necrológica nacional, y detrás de la producción de tantas noticias adversas hay una empresa, la Corporación RTVE, que también hace aguas , y que podría terminar cortando la emisión por el impago del recibo de la luz.

Nadie dirá que la tele pública no está en sintonía con el país. Sin máximo responsable desde hace meses, a la espera de un acuerdo parlamentario, con el director de la cadena prácticamente dimitido, y con un consejo de Administración lanzado a funciones ejecutivas por la fuerza de los hechos, RTVE se hunde, y no precisamente para conmemorar el centenario del Titánic. El gobierno está encantado, nunca le gustó está TVE, y ha encontrado en el recorte de los doscientos millones el iceberg perfecto para acabar de hacer naufragar el barco. A pesar de la demanda unitaria de todo el consejo de Administración, la vicepresidenta no mostró interés alguno en ponerle árnica al asunto. Y el ministro de Hacienda opinaba estos días, despectivamente, sobre el precio de las series de TVE, ignorando que, al margen de los gustos de cada cuál, detrás de cada capítulo hay decenas de profesionales que viven de eso. Qué sabrá él de la industria audiovisual, si ni siquiera estamos seguros de su competencia en las materias que le ocupan.

Zapatero, o nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto, metió a la cadena en aguas peligrosas al quitarle la publicidad, a cambio de un azaroso sistema de financiación, y Rajoy la deja ahora sin pasta para buques salvavidas, a merced del oleaje. El presidente anterior quería quitarle gas a la tele pública para favorecer a sus amigos de las privadas, y el actual de la Moncloa aspira simplemente a deshacerse de ella. Piensa que ganó sobradamente las elecciones sin su especial favor, y sus colaboradores deben de suponer además que los profesionales de la casa son un hatajo de rojos más o menos irredentos.

Sabiendo lo incierto de su futuro, algunos periodistas de TVE moderan últimamente los debates atándosela con papel de fumar, por lo que pueda ser. Vano empeño, me parece. En cuanto el PP se haga con el asunto, si es que puede, ahí no va a quedar ni el apuntador. Aunque imagino que la costumbre parlamentaria de repartir las tartas institucionales a trozos acabará imponiéndose también, en el caso de RTVE. O sea una cadena más á la derecha y otra más a la izquierda, o a lo que quede de ella. Entre tanto desconcierto, o pensando quizás que de perdidos al río, los informativos de TVE se alejan a veces, últimamente, de la acostumbrada ponderación. A algunos periodistas se les está yendo la bola y, contra toda norma de estilo, adjetivan a su aire los acontecimientos políticos y económicos del país. Errar es humano, y si uno cree que le van a jorobar el futuro más aún.

TVE se hunde poco a poco, con el flotador puesto, todavía, de sus servicios informativos. Pero la cadena tocará fondo, a este paso, sin haber llegado a cambiar su modelo de programación, sobre todo en el llamado "day time", hasta la hora del telediario de la noche. La notoriedad y el liderazgo de sus noticieros ha hecho olvidar que el canal público continúa emitiendo desde hace lustros, por no decir décadas, sus programas del corazón y sus culebrones vespertinos. Y más contenidos que carecen de sentido en unos canales sin publicidad. Por lo demás, la soga gubernamental está obligando a TVE1 a emitir en "prime time" grandes películas que en otro tiempo hubieran acabado en las madrugadas de La2. Y con muy buenas audiencias. Gracias a la crisis, y al gabinete popular, igual acaba el país recuperando el buen gusto, si es que algún día lo tuvo.