José Ignacio Wert ha dado otro paso en dirección al país de nunca jamás, también llamado "las dos Españas". Las previsiones de ahorro presupuestario que llevó a la última Conferencia sectorial de Educación, mansamente aprobadas por las autonomías que preside el PP, son rechazadas por casi todas las demás. Cataluña, País Vasco, Andalucía y Canarias no admiten que les cambien sus prioridades. Las relativas a educación son especialmente sensibles y cada quien se reserva el derecho a "podarlas" según la propia escala de valores. Cosa distinta es cumplir los máximos de déficit que aprueben las Cortes, pues el que no lo intente será más o menos aplastado por la política de estabilidad inestable. Los que se descuelgan de las recomendaciones del ministro prefieren recortar otras cosas. No solo tienen derecho, sino que merecen aplauso. El camino de las aulas superpobladas, el duplicado estrés de los docentes, las retribuciones de hambre y otros miserabilismos concebidos para ahorrar 3.000 millones de euros al año, resultarán carísimos para una sociedad que ya sabe bastante de esas precariedades y de sus consecuencias históricas. Todo lo que divide el país entre la parte gobernada por el PP y el resto, convoca el fantasma de las dos Españas. Digan lo que quieran, los conservadores no dedican esfuerzo a evitarlo, sudando consensos como es debido en lugar de justificarse con la mayoria de votantes que les ha entregado el poder y la responsabilidad. A la vista de las contradicciones programáticas, los cambios de rumbo y las grandes declaraciones que en horas veinticuatro se convierten en teatro, habría que saber cuántos de esos votantes se han apeado ya de su voto.

Europa sufre hoy una vergonzante ausencia de líderes, evidencia nada extraña si se acepta que quien manda es Merkel, empeñada en desangrar a la eurozona mediterránea para que aprenda a trabajar. Lo que nos está ocurriendo seria grotesco si no fuese tan peligroso como, semana tras semana, nos advierten la prima de riesgo, la erosión acumulada de los valores bursátiles y otros indices perturbadores de la buena digestión. En las áreas capitalistas que ya emergen de la recesión, se repiten los mensajes sobre el error de Merkel, que puede fulminar el euro y la unidad europea en vez de salvarlos. Pero la contumacia en la austeridad (la que mató al burro del gitano por ahorrar en comida) no inflexiona mínimamente. La obediencia en el error es un gravísimo peligro, pero el problema clave es que una Europa sin líderes ha congelado el instinto de liderazgo a todos los niveles.

El unitarismo que postula el Gobierno español es un reflejo ovino que, paradójicamente, genera división. Cuatro importantes autonomías dicen no a que les pisen sus prioridades educativas. Mantener esta actitud frente a la "pandemia de Rajoy" (así bautizada en Canarias, y muy agudamentente) es preservar la esperanza de que frau Merkel no nos queme el lomo con el hierro del pensamiento único.