En menos de ciento cuarenta caracteres, el Rey, con muletas y en directo, ha protagonizado su primer tuit de la era digital. Su bautismo en redes sociales no ha podido ser más eficaz: "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir", manifestó a su salida del hospital madrileño, tras haber recibido todo tipo de críticas por su desafortunada cacería africana, cuando España sufre la peor crisis del siglo XXI.

Con humildad, ha reconocido el error no sólo por haberle faltado empatía con el sufrimiento de millones de españoles, sino por no tener en cuenta la colosal dimensión de la sociedad de la información en la que el escaparate está permanentemente iluminado y donde lo unidireccional ha desaparecido para pasar a la interactividad de 360 grados.

Que un personaje público reconozca sus errores, en un país donde en política estos gestos brillan por su ausencia, o peor aún, donde la corrupción puede ser incluso premiada en las urnas, el gesto del Rey denota coraje y sensibilidad para querer estar cerca de los ciudadanos que le han dado la espalda.

Durante casi una semana, Don Juan Carlos ha sido manteado como si contempláramos un grabado de la serie negra de Goya. Pareciese que nos hubiéramos empeñado colectivamente en convertir la anécdota en categoría, barriendo de un plumazo treinta y seis años de monarquía parlamentaria que nos han aportado la recuperación de las libertades, el Estado de bienestar y el periodo de mayor estabilidad institucional de nuestra Historia.

A lo largo de estas décadas, al Rey no le han faltado fina intuición y dedicación intensa a sus funciones constitucionales para convertir la Corona en un referente de cohesión e integración; con menos boato y gastos, por cierto, que cualquiera de su entorno, aunque reinen en los países más avanzados socialmente de Europa.

Por eso, está bien que la inmensa mayoría de los ciudadanos demandemos ahora que la Jefatura del Estado siga asentada en valores y autoridad moral. Y que el Rey y sus asesores hayan aprendido la lección.

El safari de Botsuana marcará un antes y un después. A pesar de que todas las personas tenemos derecho a una esfera de privacidad, los miembros de la Familia Real saben que han de hacer un mayor esfuerzo de transparencia que, sin duda, afectará a sus vidas privadas. Pero tienen muy claro que están ahí para ser útiles a los españoles y no para crear problemas.

En esta ocasión nos hemos enterado de la caza del elefante, por el desgraciado accidente del Rey. Pero no seamos ingenuos. Aunque Don Juan Carlos no se hubiera fracturado la cadera, tarde o temprano lo habríamos sabido a través del gran efecto multiplicador de los medios de comunicación.

La Monarquía es una institución milenaria que sobrevive porque evoluciona con los tiempos y los comportamientos exigidos. Si desde los romanos sabemos que "errare humanum est", los españoles debemos aprender a distinguir entre las instituciones y las personas. Y los seres humanos que las encarnan, tienen que aceptar que las críticas, en las sociedades democráticas, no sólo son saludables, sino que demuestran la solidez institucional. Algo muy importante para la estabilidad y la convivencia.

Lo dicho. Oído cocina. El tuit del Rey significa que ha captado el mensaje.