Yo no sé si el conocido proverbio chino "una imagen vale más que mil palabras" es discutible o no. Personalmente prefiero creer más en la palabra, si es escrita, mejor. Pero lo que entendemos como imagen, como ejemplo de lo que hacemos u omitimos, refleja casi siempre lo que en realidad somos, el nivel de educación y sensibilidad de un pueblo, de una sociedad, de una autonomía, o de una ciudad como la nuestra.

Nadie duda que Canarias es un destino turístico importante en el mundo, y hablamos constantemente de la buena imagen que debemos dar, en todos los aspectos: seguridad, trato al visitante, legislación, normas de convivencia y, especialmente, algo a lo que a veces no le damos demasiada importancia, como es la limpieza, la preservación del medio ambiente, del entorno y la conservación de la naturaleza. Es una imagen que tiene que ver con lo que apreciamos por los ojos, por los oídos, por el olfato y hasta por el sentido de la estética y el buen gusto.

Nuestros políticos y empresarios hablan siempre de crear una "ciudad turística" y atrayente, que al mismo tiempo, se convierta en un motor de nuestra economía. Es plausible este deseo, pero a veces no seguimos el camino correcto para conseguirlo. Habrá que ir, por tanto, de las palabras a los hechos. No podemos invitar a alguien a visitar nuestra casa, si esta no se encuentra en condiciones, si no ofrece una buena imagen. O, al menos, no debería ser así, o ya los que vienen a vernos se encargarán de regalarnos algún que otro calificativo que más vale no escuchar, si esa impresión es negativa.

Así que nuestras autoridades, los empresarios y los ciudadanos, en general, tendrían que aplicarse en esta asignatura para poner en condiciones nuestra localidad, nuestra isla, nuestra comunidad autónoma, sin olvidar esos rasgos característicos de nuestra idiosincrasia como la hospitalidad, la amabilidad, que no se deberían perder ni siquiera en estos tiempos de crisis. Si actuamos convenientemente tendríamos a cambio la aceptación y los elogios de quienes tienen la deferencia de visitarnos. Es que si, como alegan muchos, vivimos del turismo, no podemos actuar de otra manera.

Pero la realidad es otra. Primero le decimos al turista que venga y el visitante sale en ocasiones bastante decepcionado de lo que contempla, o de lo mal que lo han tratado. No tendría que ser así, ya que este recurso depende, en gran parte de factores exógenos: turoperadores, compañías aéreas, o a contingencias de tipo económico, político, o de competitividad. Hemos comprobado con frecuencia que los males de otros destinos turísticos benefician coyunturalmente a Canarias. Nadie duda, además, de la utilidad de la promoción exterior, de la publicidad, del mercadeo. Pero no demos nunca gato por liebre. La sensación del turista que nos llega tiene que ser lo más agradable posible, acorde con esa publicidad. Es una buena forma de que el visitante se convierta en el mayor propagandista de nuestro destino y nuestra oferta.

Desde que Las Palmas dejó de ser importante para el turismo de masas cuando se inició el boom del Sur, hemos estado oyendo a las diversas corporaciones que han pasado por el Ayuntamiento la necesidad de retomar ese turismo y convertir a la ciudad en un centro de interés, que no sólo posee la playa de Las Canteras, sino otros atractivos que nosotros debemos valorar, acondicionar, promover y atender adecuadamente para hacerlos irresistibles.

Como comenté antes, los sentidos tienen mucho que ver en la aceptación o el rechazo hacia un determinado lugar. En este aspecto debemos tener mucho cuidado con la imagen que ofrece Las Palmas en cuestiones tales como los malos olores que se perciben en diferentes puntos de la ciudad. Es una sensación bastante desagradable, no sólo para los visitantes sino para los que habitamos aquí. Recientemente leí en este mismo periódico que el catedrático de Zoología de la ULPGC, Santiago Hernández, consideraba "muy graves" los vertidos de aguas residuales que se producen en el litoral de esta capital. ¿Cuándo va actuar el Ayuntamiento para corregir esta anomalía que dura ya muchos años? Son aguas sin depurar, que contaminan, que destruyen la vida marina.

Hay otras imágenes visuales que tampoco ayudan mucho a valorar nuestra ciudad. Me refiero a las chatarras situadas, desde hace muchos años, al lado mismo de la desembocadura del Guiniguada, frente al teatro Pérez Galdós, y al conjunto histórico artístico de Vegueta. A todo esto se une el deterioro de muchas fachadas a lo largo y ancho de la capital; a la proliferación de pintadas y graffitis en paredes, en muros, edificios, monumentos, etc. Tampoco existe en una buena parte de la población sensibilidad en lo que refiere a la limpieza de calles, plazas, playas, jardines, etc. En un sector de la población falta aún una educación para la convivencia, que ha de aprender, claro está, tanto en los hogares como en los centros educativos.

Prolifera, además, más de un gamberro que goza destrozando el mobiliario urbano, o mostrando a los demás las escasas reglas de urbanidad que conoce y el nulo respeto que siente por los demás ciudadanos, o por su propia localidad. Una prueba evidente de estos seres que pasan de todo, la tenemos en aquellos, o aquellas, que llevan a sus perros a hacer sus necesidades en la calle y luego no se molestan en recoger los excrementos, o los sacan sin correa o sin bozal, en el caso de canes peligrosos.

Como vemos, los habitantes tenemos también unas obligaciones destinadas a que nuestra ciudad presente un mejor aspecto. Pero, consecuentemente, deben existir unas normas claras del Ayuntamiento que impidan tales conductas. Más vigilancia, sanciones, bandos, continuidad en el empeño, hasta que se acaben esas malas prácticas.