En una democracia auténtica, es decir, no formal (¡la nuestra lo es y mucho!), un gobernante o máximo responsable de cualquier colectivo no debería, en mi opinión, asumir el liderazgo si no lo vota un muy alto porcentaje de los votantes. Para mí el porcentaje correcto y esperable no debe bajar del 80%. Yo considero que un líder verdaderamente democrático, sin adicción al poder ni al dinero, tendría que renunciar a un liderazgo que no fuera realmente representativo de su colectivo.

Tanto D. Paulino Rivero como D. José Miguel Pérez, han aceptado seguir liderando a CC y al PSOE respectivamente con porcentajes de apoyo muy, muy bajos. Es decir, de cada cien miembros de ambos partidos, hay casi cincuenta que rechazan a sus recién nombrados líderes. Esta realidad, además de señalar la existencia de una democracia partidista muy poco participativa, señala también una democracia contradictoria por lo poco representativa, además de mostrar, con absoluta lucidez, la existencia de una división interna que, ahora, tenderá a agravarse aún más. ¡Qué fobia le tienen los líderes a las dimisiones! Son capaces de pasar por las más punzantes contradicciones o los más denigrantes de los ridículos con tal de no perder la silla. ¿Saben Vds. cómo funciona la conciencia del líder que se sabe no representativo, no participativo? Desde la aparición de la psicología profunda, todos oímos hablar de los mecanismos de defensa.

Pues bien, la conciencia de este tipo de líder vive defendiéndose, piensa defendiéndose y siente defendiéndose. Utiliza el mecanismo defensivo de la negación, es decir, niega infantilmente sus propios sentimientos ante los hechos, niega que tales sentimientos de fracaso le pertenezcan; también utiliza el mecanismo de la racionalización, convenciéndose con falsas razones, con afinados sofismas, que los que le han votado son los miembros más cualificados del colectivo, se convence, con inflamadas pseudo razones, que los críticos están equivocados; usa, además, el mecanismo de la proyección, lanzando (desde el centro a la periferia, desde el sujeto al objeto) sus fallos y sus culpas sobre los demás, cerrándose, así, el camino de la sabia autocorrección y abriendo la oscura senda de la torpeza. Es siempre mucho más fácil, más honesto, más noble y más productivo para todo y para todos dimitir antes de no representar.

Pero, ¡qué difícil se les hace a los líderes dimitir, qué doloroso es para ellos abandonar el sillón! Con tal de no abandonar la adicción al poder y al dinero, un líder, que se sabe no representativo y no participativo, es capaz de asumir su liderazgo en el marco de una insoportable ambigüedad democrática, ofreciendo una imagen circense de sí mismo e invalidándose para un servicio ético y eficaz a la comunidad política. Hay más causas para asumir la dimisión como una operación normal en la vida de los colectivos, por ejemplo, la realización en una persona del llamado Principio de Peter, que es el principio de la escalada en el poder hasta instalarse en el nivel de la incompetencia. ¡Cuántos magníficos profesores se instalaron como incompetentes directores, cuantos magníficos concejales escalaron hasta demostrar su incompetencia como alcaldes! Muchos y muchas han hecho mucho daño manteniéndose incompetentemente en el liderazgo político. ¡Qué daño hizo y se hizo el Presidente ZP por no dimitir cuando la UE y los usureros mercaderes le obligaron a traicionar vergonzosamente sus principios socialistas! ¡Qué ocasión perdida de dar al mundo la gran lección que necesita, mucho más que ajustes y recetas económicas, la lección de la honestidad, de la libertad valiente y de la fidelidad al servicio del pueblo con una contundente dimisión! Los españoles rechazaron al Presidente ZP, no por desobediente a la UE y a los Mercados; sino por traidor a sus principios.

Del actual Presidente Rajoy y de sus Ministros no cabe esperar ninguna dimisión, porque los principios capitalistas y clasistas los unen, en matrimonio indisoluble, a los soberanos mercaderes. Un rasgo definitorio del sistema capitalista es el conservadurismo a ultranza y la guerra a todo cambio fundamental. La dimisión es un gran cambio, un acto de revolución ética, una gran lección democrática que un convencido capitalista se niega siempre a impartir. A este punto, me acuerdo de aquel chiste malo que me contó en mi adolescencia mi amigo Javier B.: más vale morir con Osram que vivir con Philipspendio.

Por cierto, en el Gobierno del Sr. Rajoy ya se han pedido dos dimisiones: la del Ministro D. José Manuel Soria López y la de la Ministra Dña. Fátima Báñez García, si ella no explica lo que tiene que explicar. En este caso, con un poder tan absoluto, no se trata de falta de representatividad, ni de desacuerdo con los voraces Mercados o con la autarca Frau alemana. ¿De qué se tratará?