Por una revista del corazón me entero con consternación de que Belén Esteban teme por su vida. Por lo que cuenta muy acojonantemente le han puesto micrófonos en sus alcobas reales. No es que el micrófono sea letal en sí mismo, pero al final del cable siempre hay una oreja peluda con aviesas intenciones.

Se suma así esta representante de la cultura hispana al sentimiento general de los aborígenes que conformamos el menguante censo de este país. Que estamos desalados.

Son diversas las amenazas y los lugares sombríos que en el diario devenir de nuestra euro-existencia nos erizan. Algunos de ellos que desconocíamos. Hasta la fecha entrar en una farmacia, por no coger un ejemplo muy sofisticado, daba muy buen karma.

De forma general el farmacéutico y auxiliares tratan con cariño y atención a sus clientes. Son conscientes de que si recurren a ellos, salvo que sea para comprar una espuma de afeitar o un alargador de pestañas, el sujeto ya viene seriamente estropeado de algunos de sus órganos o miembros y es por esto que se le habla en tono medicalizado.

Eso era antes. Ahora es usted un codeudor sanitario, que, o copaga, o estira la copata en la cancela. Y no se le retira si no coabona el servicio funerario.

Y es entonces cuando usted, como la señorita Esteban, también teme por su vida.

Otro sí lo encuentra en una de las cajas de ahorros, -llamarse 'de ahorros', tiene su coña-, donde también se disfrutaba de la misma mecánica. Usted tenía en el banquero un amigo, un confidente de sus necesidades pecuniarias, y hasta le podía enseñar la hipoteca aunque no se hubiera depilado: usted le ponía sus cuentas en pompa con la confianza propia de un proctólogo en acción.

Ya no. De momento usted ingresa en un establecimiento de estos y debe mirar para todos lados. Es casi mejor entrar con botas que con zapatos de cordones, dado que estos últimos son más fáciles de birlar.

Y por último está el cuarto de estar. Con mucho, el peor cuarto oscuro de la nueva euro-existencia. Observar cómo a pesar de que te rescatan vuelven las olas a sumergirte la barca, mientras el capitán Rajoy anuncia por la tele que te recorta más la falúa, es para temer por la vida de todo ser que quede vivo. Incluida Belén y sus pastores.