En verano el sol en el Norte es un bien escaso. Hay quien se pasa el día maldiciendo, pero esa misma escasez aumenta el valor del producto y convierte su disfrute en un lujo. El consumidor bien informado sabe la fórmula: hay que ir a la playa aunque esté nublado, desplegar la toalla y sentarse encima a hacer la espera, pues la mayoría de los días el sol pasa visita, aunque sea breve. A veces la visita es intermitente, y se ve moverse la franja soleada por la arena, seguida de otra franja en sombra. Cuando la primera llega a uno es el momento de entrar en el agua, o, si no se está por ello, de predisponer el cuerpo para la mayor absorción posible, saboreando el sol con avaricia; de este modo se ingieren algunas reservas, que ayudan a pasar el brevísimo invierno de la franja de sombra. La gente que reniega de estas argucias y se va al Sur no tiene idea de lo que es el consumo responsable.