La incertidumbre, que es el segundo escalón de la crisis, también comienza a sobrevolar Alemania. Y cuando se desatan las alarmas de la inseguridad, la ideología nacionalista, en ese país, produce monstruos. Alemania financia el sur europeo, desde los 50, para expiar las culpas de sus tanques y bombarderos invasores. Es ahora, sin embargo, cuando se oyen voces discrepantes con las políticas de ayuda, de cohesión del euro y de salvamento de las economías débiles. Alemania no está a salvo de la nueva moral que invade Europa. Pero su respuesta -la respuesta de la opinión pública- es sustancial para el futuro europeo. Y no parece que Merkel la esté "domando". Su rugido retrata el desasosiego que la habita y testimonia que existen fuerzas que chocan en el interior de su metabolismo. La pirotecnia nacionalista está al acecho. Demasiado pronto, tal vez. El manifiesto firmado por 160 economistas germanos constata el nuevo paradigma. Vienen a decir los expertos que no es aceptable que los contribuyentes, los jubilados y los ahorradores de los hasta ahora países más sólidos de Europa respondan de las deudas y de las enormes pérdidas ocasionadas por las burbujas inflacionarias de los países del sur. Y que con la recapitalización financiera no se va a salvar el euro. Se van a salvar los bancos. Como si fueran jóvenes cachorros acabados de emancipar de las faldas burguesas en el mayo del 68, los economistas han lanzado un grito de guerra: "No a la socialización de las pérdidas". ¿Es o no paradigmático? Aseguran que de los resultados del Consejo Europeo -una cumbre en la que se avanzó hacia la unión europea y se aprobó la inversión de cien mil millones en la banca española- se aprovecharán los inversores de la City, los de Wall Street y la banca podrida. El mensaje es claro, y quizás bíblico: quien la hace, la paga. ¿Pero es que acaso existen bancos nacionales? ¿No están comprando los 160 economistas papeletas para suicidarse en el mismo fuego colectivo y purificador donde se halla ya la casi totalidad de Europa? Una cosa son los controles para que el dinero no acabe en manos mafiosas. Y otra, cuestionar la solidaridad europea, que es como poner objeciones a su renacimiento. En España conocemos ese nacionalismo de salón, fruto del individualismo de la decadencia. Impregnó a la totalidad de la opinión pública desde finales del XIX y aún colea. Que no se repita la historia. Ni siquiera desde la riqueza alemana . O estamos perdidos.