Najiba era el nombre de la joven afgana ametrallada por su marido, a la vista del centenar de personas que jaleaban la ejecución. En ese terrible asesinato se resume, en el fondo, todo el conflicto. El poder talibán, y el del fundamentalismo islámico, aspira, antes que a ninguna otra cosa, a mantener el derecho omnímodo de los hombres sobre las mujeres, que consideran infringido por la cultura de Occidente. Cabría decir, pues, que aunque haya otras muchas cosas en la cesta de ese poder, su núcleo último es ese: el derecho a matar a la propia mujer si se va con otro. Asentado ese derecho-límite, todos los demás son sólo su antecedente, consecuencia o corolario. Occidente entrega ahora 13.000 millones de dólares a cambio de la abolición de ese derecho medieval. Es otra versión de "rescate", más dramática y definitiva que las que manejamos en los paraísos artificiales de Occidente.