¿Por qué estamos como estamos? Poniéndose la venda antes de la herida, Rubalcaba citó a Merkel para acotar la burbuja inmobiliaria española entre 1998 y 2008, lo que daría seis años de gobierno Aznar y cuatro de Zapatero. Pero la toxicidad de la burbuja se prolongó por la mala gestión posterior, cuando la hinchazón se trasladó de lo privado a lo público, sin dejar de crecer.

La deuda privada española estaba por debajo de los 0,4 millones de euros en 1996, cuando llega Aznar. En 2002 ya es más del doble. Cambia el gobierno pero la escalada prosigue hasta los 2,2 billones en 2008. A partir de entonces, se frena. La crisis internacional cierra los grifos de todos los bancos y no hay adonde acudir para seguir hinchando.

Entonces toma el relevo la deuda pública. La crisis hunde los ingresos del Estado, pero las administraciones son incapaces de reducir los gastos en la misma medida y acuden a un endeudamiento cada vez más caro. La deuda pública, que en los diez años anteriores solo había crecido un 10 %, se duplica en los últimos cuatro, y con ello consigue que la deuda total no pare de aumentar en pleno frenazo y marcha atrás de la economía.

He aquí el proceso por el cual hemos llegado adonde estamos: a las puertas de un rescate bancario y con los presupuestos intervenidos. La deuda privada provoca el primero y la pública motiva el segundo. Nos lo hemos ganado a pulso. Mejor dicho: "nos lo han" ganado a pulso. "Nos", porque el premio es para nosotros, los contribuyentes. "Han", porque lo han ganado los banqueros y los gobernantes, que son quienes tenían los datos y la capacidad de tomar medidas. ¿Y ahora, qué? Ahora debemos y no tenemos. Estamos como aquel a quien encarcelan por deudas hasta que las pague, pero encerrado nunca podrá pagarlas. Con divisa propia, devaluaríamos, pero estamos en el euro. Sin barreras administrativas e idiomáticas emigraríamos en masa, pero tampoco hay mucha oferta afuera. Si fuéramos una empresa cerraríamos y nos subastarían los activos, pero los países no cierran. Hacemos, pues, lo que las familias: nos quitamos del bistec para pagar la hipoteca.

Pero en ninguna familia es de recibo que solo les quiten el bistec a una parte de los miembros, justo los menos afortunados, mientras otros siguen con el caviar. Tampoco ninguna familia soluciona una crisis de deudas solo con dejar de comer; necesita trabajar más, para aumentar los ingresos. Y por este lado no estamos viendo nada en las medidas del gobierno, ni en las del directorio. Aunque a este último parece importarle poco (y se equivoca), para el gobierno debería ser la máxima prioridad. En lugar de ello, solo le vemos pegar cortes al bistec.