En la Cataluña arruinada negocian si los padres de los alumnos tienen que pagar o no una parte del gasto del microondas y la nevera de los comedores escolares. Los niños de los recortes empiezan a ir a la escuela con una fiambrera para ahorrar, y la autoridad educativa considera que ello también supone un gasto para el gran leviathan de la austeridad. Nadie se salva. La tupper fue un recipiente que llegó a España casi en los cincuenta, con la modernidad del frigorífico y la excursión en el 600. Las amas de casa eran convocadas por una agente para conocer en grupo las maravillas del plástico. La estrategia de venta fue un éxito, y lo más cool era ir a la playa con la tortilla en una tupper y no en un plato envuelto con un mantel de cuadros. Los chiringuitos y el restaurante a pie de playa de los ochenta relegaron a la también llamada tartera, que pasó a la intimidad de la cocina para congelar restos o hacer acopio para la semana. El disparate del mundo, sin embargo, expande de nuevo el utensilio.

Entre playa y playa, he visto demasiadas terrazas secas y muchos camareros al sol. En cambio, crece la fiambrera esparcida sobre la mesa plegable como signo de una recesión doméstica digna, donde el cabeza de familia apura al máximo para dominar la serpiente de las siete cabezas, siempre a punto para llevarse el sustento de la prole. Igual que la crisis resucita el domingo dedicado al coche, con un retorno del manitas que cambia las bujías, las pastillas de freno o el aceite, vuelve la ensaladilla rusa y el filete empanado bien empaquetado en la tupper de turno. La trepidante carrera hacia el ajuste definitivo, conocido como helenización, cambia los usos y costumbres de los españoles, que acojonados buscan en el baúl de los recuerdos. Los sociólogos deberían estar al tanto de la deconstrucción de la ciudadanía, pero sin olvidar tampoco los modelos de reconstrucción que tratan de evitar la zarpa de la pobreza. Estos niños que empezarán a ir al colegio con sus fiambreras son, cómo no, damnificados absolutos de la gran orgía. Tratan de escapar. Quizás para hacerlo del todo tendrán que comer en frío, en la soledad del patio o en una escalera para burlar el diezmo que la autoridad educativa les quiere cobrar por nevera y microondas. Las calles están llenas de anuncios con menús para la tempestad, pero ya la fiambrera vuelve a abrirse paso en España.