Hay una relación directa entre el "que se jodan" de la diputada Andrea Fabra y la indecisión de Rajoy a la hora de prorrogar la ayuda de 400 euros mensuales a los parados sin recursos. Dicha relación es una base ideológica compartida por un amplio sector del PP, aunque no por todo el partido, y tiene que ver con el grado de culpa de cada uno sobre el propio destino.

En el universo del pensamiento conservador hay quien está convencido de que casi todas las personas son capaces de prosperar si tienen las virtudes morales correctas, eso que ahora llaman "valores": el esfuerzo, el sacrificio, la constancia, el ahorro, la voluntad emprendedora, etcétera. Y que quienes no salen adelante es porque padecen, en la mayoría de casos, los vicios alternativos: la pereza, la inconstancia, el despilfarro, la imprevisión, la dejadez. Todos conocemos a personas que encajan en ambos esquemas. Y también conocemos lo contrario: fortunas y miserias del todo inmerecidas.

Durante varias semanas el gobierno le ha estado dando vueltas a la prórroga de los 400 euros, sin aclarar si se aprobaría o si casi un cuarto de millón de españoles se iba a quedar sin tal ingreso. En lugar de decir que sí o que no, echaban pequeños discursos sobre el fracaso de la prestación, supuestamente orientada al tránsito hacia un nuevo empleo. Y ahora que Rajoy ha anunciado la luz verde, ha añadido que se van a modificar las condiciones para que cumpla mejor su objetivo de reinserción. Cabe preguntarse dónde van a reinsertar a los parados cuando no se crea empleo y la recesión europea va a peor, pero la cuestión de fondo es, insistimos, ideológica.

En todo Occidente existen corrientes de pensamiento favorables a la eliminación casi total del paraguas social del estado a las personas, para que estas se vean obligadas a espabilarse, y que ven en cualquier subsidio una invitación a la molicie. El candidato de Mitt Romney a la vicepresidencia, Paul Ryan, es un claro exponente de esta línea, y los millones que van a recibir en donaciones indican que las grandes fortunas estadounidenses están de acuerdo. La paradoja se da cuando tales fortunas ultraliberales se convierten en pedigüeñas y demandan grandes ayudas y bonificaciones para sus empresas y sectores, o cuando el estado que gobiernan tales políticos exige, pongamos por caso, que Alemania y el BCE pongan más y más dinero en su agujero sin pedir nada a cambio.