Mario Conde fue banquero y ahora lucha contra el sistema tras sufrir, entremedias, un percance judicial que acaso influyese en su conversión a la fe de los indignados. Extraño país éste en el que los políticos asaltan imparcialmente las arcas públicas o los supermercados: y a los antiguos príncipes de las finanzas les da por rebelarse contra el establishment.

El otrora poderoso presidente de Banesto y hombre de moda en la España donde no se ponía el sol del dinero tuvo su momento de gloria allá por los años ochenta. Multimillonario precoz gracias a un par de felices operaciones de compraventa, Conde alcanzó a sus treinta y tantos años la cima del poder financiero, en lo que parecía un primer paso hacia la conquista del otro poder que se expresa con la firma de decretos en el BOE. Una oscura conspiración de políticos, jueces y competidores financieros -a los que él llama "el sistema"- truncó su fulgurante ascensión, sin ahorrarle siquiera la parada y fonda en presidio.

Dos décadas después de todo aquello, Conde vuelve con la más módica aspiración de hacer carrera en la política por el método tradicional, si bien algo enojoso, de concurrir a unas elecciones como cualquier hijo de vecino. Considera el exbanquero que la España de la crisis está en vísperas de una "explosión popular" idónea para el triunfo de un proyecto que "rompa clarísimamente con lo establecido". El suyo, por ejemplo.

Para acometer tan ingente empeño, Conde ha elegido el ámbito más bien modesto de unas elecciones autonómicas como las de Galicia, a las que piensa presentarse si el tiempo y la autoridad que decide la fecha no lo impiden.

Nada tiene que ver esta modesta y aún incierta vía de regreso a la política con aquellos años triunfales en los que acariciaba el poder y casi todas las universidades de España se disputaban el honor de calzarle birretes de doctorado. Fue precisamente al ser recibido como doctor honoris causa por la Complutense cuando Conde afirmó, en presencia del rey, que "la economía de mercado, construida sobre la propiedad privada, el beneficio y la competencia, ha demostrado ser el mejor sistema". Eran otros tiempos.

Ahora que el mentado sistema está amenazado de derrumbe, se diría que Conde aspira a liderar el estado de enojo cuya más visible expresión tal vez sea el movimiento de los indignados del 15-M. De ser así, se cerraría el círculo de la paradoja. Si algo parece catalizar la ira de los cabreados que llenaron la Puerta del Sol y otras plazas de España es precisamente la mera contemplación de un banquero en funciones de desahuciador de pobres. Solo los políticos compiten en impopularidad con ellos.

Difícil tarea parece, por tanto, la que se dispone a emprender Conde: un exbanquero que a esa mal mirada condición unirá ahora la de político aspirante a un escaño de los que tan caros le salen al contribuyente.

Justamente por ello resulta aún más meritorio que un antiguo paladín del orden establecido se revuelva contra el sistema que tan en detalle conoció desde dentro. Conde podría haberse limitado a fundar una ONG bajo el nombre de Exbanqueros Sin Fronteras, pero en lugar de esa comodidad prefiere arrostrar las fatigas de salir a la plaza en busca del votante, que siempre tiene mucho peligro. A saber lo que pensarán de todo esto los militantes antisistema.