Contra lo que al principio cabía esperar, España hizo un digno papel en los Juegos. Esto justifica la gratitud hacia los ganadores y hacia todos los atletas competidores, hayan tenido medalla o no, e incluso hacia los miles y miles de deportistas que, sin haber viajado a Londres, están en la base de la pirámide, pues su esfuerzo de cada día, como en la torre de un "castellet", permite sostener la estructura y empujarla hacia arriba. Hay también, a todos los niveles (desde el más humilde), miles de preparadores, sanitarios, masajistas, árbitros, asistentes, directivos, que en medio de las inclemencias, la escasez y no pocas penurias, han movido la marea que al final produce, en un punto (17 esta vez), la espuma olímpica. Aunque no sea nada devoto del olimpismo, el trabajo bien hecho está ahí, refleja la disciplina, entrega y ambición de un país, y merece el reconocimiento de la gente.