Los franceses no quieren a su primera dama por hablar de más y meterse en camisas de once varas. Resulta que desde que Valérie Trierweiler, la compañera del presidente François Hollande, anunció por Twitter su apoyo a Olivier Farloni en su lucha para las legislativas con la ex de su pareja Ségolène Royal, su popularidad ha caído en picado. Según una encuesta del instituto demoscópico Harris Interactive, dos de cada tres franceses no tienen una buena opinión de Valérie, su popularidad ha bajado 20 puntos desde lo del tuit, y más de un 60% de los galos creen que la vida privada del presidente y los líos entre su ex y su actual mujer están perjudicando su imagen. Ella, para salir del atolladero, ha aprovechado una entrevista esta semana en un diario francés para pedir perdón, reconocer su torpeza por respaldar públicamente a Farloni y asegurar que algo así no se va a repetir. Afirma en la entrevista: "Fui torpe. Todavía no me había dado cuenta de que ya no era solamente una simple ciudadana", aunque se queja de que en su país se le ha dado demasiada importancia al desliz. Es posible, pero como avezada periodista que es, debería haber tenido en cuenta las servidumbres del poder con ejemplos que tienen bien cerca. De hecho, la ex primera dama Carla Bruni descuidó premeditadamente su imagen para parecerse más a la clase media en las últimas elecciones y ayudar así a su marido, Nicolas Sarkozy, aunque no le sirviera de mucho, y ya se cuidaba Carla de hablar de más dejándole a su esposo todo el protagonismo político aunque ella fuera la reina del papel cuché.

También podría Valérie Trierweiler haberse fijado un poco en su país vecino y acordarse de nuestra princesa Letizia a la que aún se le recuerda a veces cuando, siendo novia del Príncipe, lo hizo callar para acabar ella una frase. Desde entonces, la pobre no se salta ni un milímetro el guión. Ante la situación, la primera dama francesa ha optado incluso por renunciar a su programa de televisión y así pasar a un segundo plano que no perjudique al presidente. Una vez más, puede mirar hacia acá donde últimamente las primeras damas son de lo más discretas y, si no, que se lo digan a Rajoy que con cada aparición de su mujer, Elvira Fernández, suma puntos por lo poco que se prodiga. Y es que, por lo visto, a los que sí somos simples ciudadanos no nos va nada que los consortes nos salgan respondones, y menos que no sean capaces de mantener sus miserias de alcoba entre las cuatro paredes de su casa.