Cuando el Tribunal Supremo le dio la victoria a George W. Bush en diciembre de 2000 tras el aparente pucherazo de Florida, numerosos analistas y gobernantes se temieron lo peor.

Y lo peor sucedió.

El candidato derrotado, el vicepresidente demócrata Al Gore, que debió haber sido el vencedor, renunció a practicar el obstruccionismo y socavar la credibilidad institucional. Se retiró de la primera línea política, empezó a escribir libros y a abanderar la lucha contra el cambio climático, tema en el que era un reconocido experto. El hijo del presidente Bush -que era, el padre, un republicano sensato y moderado- se echó al monte y despilfarró el superávit de la era Clinton. Cayó en manos del complejo militar industrial, que el propio Eisenhower, general victorioso de la II Guerra Mundial, pidió controlar para limitar su influencia "injustificada" en un memorable discurso el 17 de enero de 1961, y disparó la guerra insensata de Irak -la de Afganistán era distinta- que ha provocado un déficit que hipotecará a varias generaciones.

La corrupción se multiplicó y el país, dirigido por una pandilla de capitalistas de casino, fue aislándose, a la vez que se abrían irresponsablemente las compuertas que anegarían al mundo con el gran crack.

Esta es la herencia que recibió Obama. A pesar de las supuestas eficiencias de la desregulación, del absolutismo del mercado -que degenera en libertinaje si se aflojan las riendas- y del imaginario ahorro de costes de la gestión privada, EE UU estaba en quiebra. Económica, pero también moral, y política. Los republicanos tradicionales iban siendo barridos por los fanáticos, que formaban una multicolor corte de los milagros. La poderosa industria bélica, los tramposos profesionales de la ingeniería financiera, la codicia y la usura bancaria, senadores, representantes y telepredicadores que además de derechistas a fuer de populistas eran, y son, analfabetos funcionales... todos conjurados alrededor de las doctrinas cuando menos pintorescas del tea party. Y aunque hasta los derrotistas pensaban que la madurez del pueblo americano impediría in extremis que prosperaran las tonterías de un discurso lleno de mentiras, ignorancias y subnormalidades, lo cierto es que la crecida radical ha exiliado a la moderación y a la sensatez en un partido que ha contado con grandes dirigentes moderados y sensatos.

Ahora, ante la posibilidad de que el mormón Romney -esto es clave, la pertenencia a una secta religiosa de la que fue misionero y obispo- llegue a la Casa Blanca, muchos se preguntan qué le pasa a la sociedad estadounidense. La clase media fue machacada por Bush hijo, y lo será aún más por quien predica una nueva bajada de impuestos a las rentas más altas... que implicará nuevos sacrificios para las más bajas por la simple aplicación del principio de los vasos comunicantes.

Los círculos de influencia republicanos, con un coro mediático tan descerebrado e integrista como algunos españoles, sugieren ahora que con su correligionario en la Casa Blanca habrá más serenidad porque, confiesan francamente, los demócratas siempre arriman el hombro. La imagen que transmiten al electorado medio es que Obama es un problema, no se dice cuál, que se solucionará solo con que Romney se siente en el Despacho Oval. Esta cuestión de fe domina la recta final de la campaña. Si Obama se va, todos seremos más felices y comeremos pavos más gordos el día de Acción de Gracias. Y como en líneas generales estas ideas son una calcomanía de las de Reagan y Bush (jr.) el resultado no puede ser otro que el ya experimentado, y que Obama ha empezado a enderezar.

Por eso hay que confiar en que los americanos hagan a última hora buen uso de la información, como les pedía Thomas Jefferson para votar con mayor fundamento, porque este de hoy es un duelo ilógico en la era de Internet. Es una lástima que no les interese el caso español. Correrían despavoridos y en masa a buscar la urna más cercana para apoyar a Obama. Y a los españoles más nos vale tener a Obama al otro lado del teléfono que a un iluminado que no solo defiende los recortes sociales sino la tala con motosierra.