La Revista de Letras, suplemento digital de La Vanguardia, ha puesto en marcha una iniciativa excelente: un programa mensual de radio con debates sobre literatura e intervenciones de colaboradores de esta revista recomendando libros. Presentado por José Á. Muñoz, el primer podcast, al que se puede acceder en la portada de esta revista, se abre con un interesante intercambio de ideas sobre los premios literarios. En concreto, se habla de la renuncia del escritor Javier Marías al Premio Nacional de Narrativa que le otorgó recientemente el Ministerio de Cultura. Como se sabe, Marías convocó, justo después de concedérsele este galardón, una rueda de prensa. Expresó que ha querido ser consecuente, pues desde hace tiempo decidió declinar invitaciones de instituciones del Estado, no aceptar premio oficial alguno y rechazar toda remuneración procedente del erario público, sea cual fuere el partido que gobierne.

En el debate, con aportaciones interesantes desde diversas perspectivas, los participantes coincidieron en dos cuestiones que comparto. Una: celebrar el libre ejercicio del derecho de este escritor de no aceptar el premio, reconociendo que su conducta responde a un acto ético que habla en favor de su coherencia. Dos: considerar incongruente la celebración de una rueda de prensa para hacer bandera, como ha sido el caso, de la propia coherencia.

Se supone que la estancia natural de todo escritor es la invisibilidad y que su objeto de atención es la obra literaria. Sin embargo, la rueda de prensa convocada por Javier Marías terminó convirtiéndose en un autobombo de su persona. Su discurso me recuerda unas palabras de Claudio Magris sobre el engreimiento del jefe de oficina que dice: "Usted no sabe quién soy yo".

El ruido mediático provocado por la iniciativa de Marías, que este pudo haber apagado con una simple nota de prensa, le ha concedido un protagonismo que desdice su supuesta actitud consecuente.

Frente a este modo de actuar se podría proponer la conducta del escritor que rechaza humildemente un premio atendiendo a su modo de pensar, pero que a la vez renuncia al espectáculo de la visibilidad.