Parece que preocupa a los agricultores andaluces el acuerdo de liberalización del mercado que ha firmado Bruselas con Marruecos. Especialmente inquietos están los productores de aceite de oliva por la competencia que se les avecina ya que ese país podrá exportar a Europa todo el excedente del que sea capaz.

El despegue de ese sector en Marruecos se ha beneficiado del apoyo prestado por la propia Unión Europea. Difícilmente se va a poder competir con los marroquíes, argumentan los nuestros, en un sector tan intensivo en mano de obra habida cuenta de los salarios que se pagan al sur del Estrecho.

Naturalmente, si los marroquíes exportan más, podrán a su vez comprar más a Europa, por ejemplo, electrodomésticos y automóviles... a los alemanes, quienes a su vez no distinguirán entre un aceite de oliva español y otro marroquí y comprarán sin duda en el supermercado el más barato, como es su costumbre.

Y entonces, cuando en el futuro caigan las exportaciones de aceite de oliva español, nos lamentaremos, como siempre demasiado tarde, de no haber hecho una buena promoción en Europa y el resto del mundo de ese producto, de haber dejado que los italianos, siempre hábiles comerciantes, vendiesen como propio el que nos compraban a nosotros.

Nos quejaremos entonces de que, disponiendo de un aceite de oliva tan bueno o mejor que los de otros países mediterráneos, no hayamos sabido promocionarlo como era debido, haciéndolo mucho más visible en restaurantes y supermercados con imaginativas campañas que habrían costado dinero, pero cuyos resultados estarían ahora a la vista.

Cuando los europeos quieran un aceite de primera presión en frío, seguirán optando por el italiano, que es el que mejor conocen, y cuando busquen en el supermercado de la esquina el más económico, tendrán a su disposición también el del Magreb.

De momento, dicen las estadísticas, las exportaciones españolas van bien, y esta campaña han batido un nuevo récord con 872.000 toneladas, lo que equivale al 52 por ciento del comercio mundial de ese producto.

Sin embargo, de ese total, sólo 200.000 toneladas se exportan como aceite de origen español, mientras que el resto se vende a granel, sobre todo a Italia. Allí se envasa con marcas italianas y allí se queda el valor añadido y el prestigio de un aceite de calidad cuyo origen real no sospecharán nunca los consumidores. ¡Para que luego hablen de la marca España!