Más de la mitad de los españoles declara haber bajado de clase social en los últimos años por el empobrecimiento que ha provocado la crisis económica. Así lo señala el Observatorio de la Empresa demoscópica My Word.

Qué cruel es la vida. Hasta ayer mismo vivían holgadamente. Se podían permitir un cierto nivel de vida. Sin grandes lujos, eso sí, pero con la suficiente seguridad de que podrían cenar una vez a la semana en el restaurante de moda, que podrían pagar el profesor particular de su hijo, permitirse el viaje a la Península una vez al año con su mujer y otros 15 días en un bungalow del sur con toda la familia.

Y fue hasta ayer cuando quedaban con los amigos para un almuerzo cada dos semanas, en largas reuniones donde, entre copa y copa, desnudaban sus sentimientos, sus cualidades y errores. Estaban convencidos que eran eso, lo que decían ser: Amigos. Y eso fue ayer mismo.

Pero el barniz de la apariencia no resiste el desgaste del tiempo. Por eso nunca engañamos mucho tiempo a los demás sobre nosotros mismos. Y hoy muchos de esos que han descendido su nivel social han descubierto que todo, o casi todo, era de cartón piedra. Ya no cogen sus llamadas, ya si te vi no me acuerdo, los saludos llevan siempre un tengo prisa.

¿Han sido malos, han hecho una trastada, son unos ruinas, unos ladrones? No, simplemente que ya ni su status ni su cartera seducen a aquellas amistades verdaderas.

Pierre Bourdieu hablaba de la ilusión. Estamos en este juego de la vida y ni siquiera sabemos por qué lo jugamos, decía este sociólogo, y añadía que competimos despiadadamente, aunque no conozcamos las reglas ni las fronteras de nuestro juego vital.

Si hoy se creen influyentes no creas que es por ti, por tu persona; si hoy se muestran plenamente seguros de que le aprecian por lo que son, vuelve a mirarlos, porque los seres a quienes vemos sin que ellos se den cuenta, tienen apariencia de no saber lo que hacen. La realidad es que sólo saben que les vales mientras tengas algo tangible, material, que entregarles.

No es por lo que no eres por lo que ahora te ignoran, bobilín; es por lo que ya no tienes y antes sí. Es esta apariencia mundana la que domina. El afán del poder, del dinero, del poseer, del acaparar, lo que marca su clase social, su derecho a relacionarse con sus iguales, ¿iguales?

Y ahora han sido expulsados del cielo de Midas. Ya no pertenecen al club. Son durmientes sin mandil que tararean la penúltima letanía sin llevar el compás.

"Es una especie de enfermedad natural de los poderosos no poder fiarse de los amigos", dijo Esquilo. "El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano", replicó JFK.

Dónde están mis amigos que no los veo, dónde están, por qué no vienen, y ahora que me encuentro medio enfermo nadie ha venido a visitarme. Amigos solamente hay en las cantinas, siempre y cuando tengas dinero para invitar. Tanto tienes, tanto vales, así es la vida. Nada tienes, nada vales, todo es interés? Cantó Sergio Torres y los del Swing.

Por fortuna, aún no he llegado a la sublimación de tal sentido trágico de la vida porque amigos reales haberlos, haylos, pero bajar una planta en el edificio social está desenmascarando a muchos. Al menos eso es lo que me transmiten 25 personas distintas casi cada día, el mismo número de desahucios que ejecutan los bancos en Canarias.