John H. Elliott acaba de publicar en Taurus la caja negra de su vocación histórica bajo el título Haciendo historia. El pequeño pero enjundioso libro fue presentado en Madrid pocos días después de su conferencia en el Coloquio de Historia Canario-Americana, celebrado recientemente en la Casa de Colón. El autor de la monumental biografía del Conde Duque de Olivares escribe, en esta ocasión, sin el corsé que le impone el tener que cumplimentar todos los resquicios de la efervescencia del acontecimiento de un país o la actuación de un determinado personaje. Liberado de tal misión, Haciendo historia viene a ser una especie de testamento sobre cómo abordó sus trabajos, por qué eligió una perspectiva concreta o por qué seleccionó a España como tema central de su ya larga carrera.

Uno de los aspectos de relevancia (y de actualidad) es su reflexión sobre los territorios dominados, cuestión a la que se acerca a través de su conocido trabajo sobre la revuelta de Cataluña (1640). Al respecto resulta enriquecedor conocer cómo afronta el joven estudioso su compromiso de huir de la construcción histórica nacionalista. "Como historiador, era importante para mí conservar mi independencia intelectual y evitar ser seducido, por una parte, por las aspiraciones revisionistas de Vicens [Jaume Vicens Vives] y sus seguidores y, por otra, por mi natural compasión hacia un pueblo oprimido. Se trataba de un difícil ejercicio de equilibrismo y no puedo pretender haber tenido éxito en conservar constantemente mi postura", confiesa Elliott sobre el espinoso asunto, vigente como nunca y trasladable al cien por cien a la eterna controversia sobre las lecturas de la II República, la guerra civil española y la dictadura franquista. Aconsejable es, en todo caso, observar con gafas de presbicia su opinión sobre la falta de grandeza del paso del tiempo para echar tierra sobre lo antiguo hasta sepultarlo. Igual que el crimen imperfecto, negado a morir, saldrá una y otra vez con la voluntad de desquiciar a gobernantes y volver a poner de actualidad el remoto y enriquecedor estudio histórico. A Elliott, para bien o para mal, le está pasando.

Haciendo historia tiene entre sus tesoros el relato sobre cómo el profesor británico encajó su apabullante biografía sobre el Conde Duque de Olivares, una obra que supuso la apertura de una etapa en la aplicación de la mirada del experto sobre el poder. El doctor Gregorio Marañón ya había acometido el estudio del poderoso valido de Felipe IV con una biografía psicológica en la que el endocrinólogo concluía que el personaje tenía un perfil entre eufórico y depresivo, capaz de grandes iniciativas que acababan en profundos desasosiegos. Elliott, por su parte, desvela sus principales dudas sobre el arranque de la investigación. ¿Quién tiene más peso, el contexto o el personaje? ¿Puede explicar una biografía por sí sola el éxito y posterior declive de una monarquía? El profesor, finalmente, escucharía al maestro Braudel, el revolucionario de la historiografía del siglo XX, el buda de la escuela de los Annales, y acometería la disección del imponente factótum con gran artillería de datos económicos, documentación de su política exterior o relevantes acontecimientos sociales del momento, pero nunca sin obviar la altanería y soberbia que expande el Conde Duque a caballo en la obra de Velázquez, un rostro que fue, en definitiva, el que provocó el interés de Elliott por su omnipotencia y protagonismo en la decadencia hispánica.

En pleno tráfago del combate electoral entre demócratas y republicanos encontré entre las páginas de este libro delicioso una lección, pero también lo que considero una guía de actuación a la hora de acometer la historia. "En manos de políticos sin escrúpulos, como los que llevaron a los serbios a la derrota en los últimos años del siglo XX, la manipulación de una historia nacional construida sobre el mito se convierte en un instrumento para movilizar a la población en defensa de una causa equivocada", afirma el historiador. Sin pensar en el éxito de Obama o en la derrota de Romney, Elliott aporta sobre las causas del hundimiento republicano y pone luz a la importancia de las minorías en Estados Unidos, como así se ha visto a la hora de establecer qué llevó a la victoria a un presidente nacido en Hawai, criado en Indonesia, de padre keniano, de madre blanca e integrado en la colonia afroamericana de Chicago.

El investigador recuerda cómo la era Reagan reabre un sentimiento de identidad nacional apoyado en "la imagen de los primeros colonizadores de Nueva Inglaterra como Padres Peregrinos y de la ciudad que brilla sobre una colina", algo que "ha sido fundamental para la idea de sí mismo que Estados Unidos ha tenido durante generaciones". Esta exaltación del hombre blanco, piedra angular del Tea Party, resulta a juicio del autor de Imperios del mundo atlántico "necesariamente selectiva" pues "pasa de puntillas sobre la fundación anterior de Jamestown y resta importancia a la inmensa contribución de Virginia y del Sur norteamericano. De modo parecido, deja poco o ningún espacio a la incorporación en la narrativa nacional a los nativos americanos y a los africanos importados, sin los cuales la evolución de las colonias al Estados Unidos que conocemos habría sido profundamente distinta".

La escritura de la historia de España desde la destreza para dominar un enorme pulpo lleno de rejos que acaban en una sólida cabeza provista, a su vez, de unos ojos capaces de iluminar las claves de un momento, constituye un mérito de los hispanistas. Elliott relata en su libro la soledad del investigador en el Archivo de Simancas de los años 50, así como las penurias de algunos colegas españoles (muy pocos) que carecían, en la época del Régimen, de las ayudas que el gobierno británico ofrecía a sus estudiosos, como era su caso. Pero Haciendo historia transpira sobre todo el enorme respeto con el que Elliott se acerca al objeto de su deseo como historiador, aparte de su habilidad emocional para establecer lazos con los profesores de las universidades del interior y los que se encontraban como maestros en las aulas del exilio, y todo ello con una gran humildad.