Philip Roth ha anunciado su retiro de la literatura. No parece un acontecimiento novedoso, pues abundan los escritores que a una edad avanzada deciden dejar de escribir. Les ocurre igualmente a un mecánico, una ingeniera o un maestro. Llega el momento de abandonar su puesto de trabajo y se entregan a otros asuntos.

Lo curioso del caso Philiph Roth no es solo el anuncio de su retirada, un énfasis que pudo haber evitado. Tampoco las personas informan de su debut en la literatura en el momento en que se estrenan como escritores. Lo que llama antes la atención es el resentimiento que se encierra en las palabras pronunciadas por Roth en su adiós: "He dedicado mi vida a la novela. (€) He dejado fuera casi todo lo demás. Ya basta. Ya no siento ese fanatismo por escribir que sentía antes".

¿Se bate entonces contra la literatura o contra sí mismo?, me pregunto. Sea cual fuere la respuesta, no encaja con la arrogancia de proclamar su éxito literario.

Ha declarado en una entrevista que a sus 79 años se le acaba el tiempo y que se concentra en la relectura de sus novelas favoritas y de sus propios libros a fin de "saber si había perdido el tiempo escribiendo". Nada que objetar a su libre decisión, si no fuera porque ha aprovechado el anuncio de su despedida para manifestar su triunfo en la literatura. "La verdad", ha dicho, "es que creo que he sido exitoso". Aludiendo a una cita del boxeador Joe Louis para referirse a su oficio, a añadido: "Hizo su trabajo lo mejor que pudo con lo que tuvo".

Es lo que podría pensar de sí misma, sin alardear públicamente de ello, cualquier persona honesta al final de su trayectoria laboral.

La de Philiph Roth es una elección personal que nada tiene que ver con su obra. En lugar de vanagloriarse de su éxito literario, pudo si acaso este escritor hacer suyas unas palabras de su novela La elegía: "Era el momento de preocuparse por la desaparición. Había alcanzado el remoto futuro".