Primero protestaron los afectados por las hipotecas y no les hicieron caso. Luego fueron las oenegés solidarias y también tuvieron escaso eco. Más tarde lo hicieron algunos alcaldes, como el de Santa Cruz de Tenerife, y algo empezó a moverse. A continuación se pronunciaron los jueces y fue entonces cuando el gobierno empezó a abrir las orejas. Pero el punto de inflexión se logró cuando Rouco abrió la boca para pedir un poco de misericordia y caridad cristiana.

Ha tenido que hablar el presidente de la Conferencia Episcopal Española (un poco tarde, también es verdad, quizá porque a él no solo no lo desahucian sino que le perdonan el IBI de sus palacios episcopales) para que su paisano Rajoy se dignara a escuchar e inquietarse sin mucha convicción. Ya se sabe que tenemos un presidente de misa dominical cuyo lema de vida es hacer las cosas como Dios manda.

Dios no, pero su representante en España ha dicho que ya está bien, y eso lo ha entendido el presidente como una revelación divina: hay que cambiar la ley de desahucios. Pero no porque sea radicalmente inicua, sino porque al parecer así lo manda Dios, según afirma el cardenal.

Con la Iglesia ha topado Rajoy. No le ha bastado con la insistente presión social ejercida. Para él el pueblo solo se pronuncia cada cuatro años y aún es pronto para hacerle caso a sus reivindicaciones. Pero si lo dice Rouco, entonces quizá el pueblo tenga razón. Hasta el presidente de los banqueros quiere hacernos creer que existe una banca humana capaz de perdonar dos años a los más pobres.

Al gobierno le gusta tener a la gente sumisa, que no secunde la huelga, que no se concentre, que no se manifieste, que no proteste, que no exija, que no piense, que no cante las verdades del barquero. Al gobierno solo le interesa esa gente que se queda en su casa cuando toca manifestarse en la calle o la que sale a trabajar cuando lo que toca es hacer huelga para protestar por tanto malestar.

A todo esto el Gobierno de Canarias se unió al festival del humor negro garantizando las operaciones, las urgencias y las bodas durante el día de la pasada huelga general del 14-N. Entiendo lo de las operaciones y las urgencias, pero no se explica la prioridad de las bodas.

Esta sociedad triste y desesperanzada tiene más interés en los divorcios que en las bodas. Sin ir más lejos, en el divorcio que existe entre los ciudadanos y sus supuestos representantes institucionales. Que los desahucien a ellos.