Traté al colombiano Germán Velásquez hace ya unos años en Ginebra, cuando en la Organización Mundial de Comercio se discutía acaloradamente el llamado tratado Trips sobre propiedad intelectual y patentes farmacéuticas.

Como experto de la Organización Mundial de Salud, con sede también en esa ciudad suiza, Velásquez era una de las fuentes más fidedignas que teníamos los periodistas para intentar entender los intereses en juego en aquellas negociaciones multilaterales.

A un lado estaba la poderosa industria farmacéutica, cuyos intereses representaban países como los Estados Unidos y Suiza. Y frente a éstos, Brasil y la India, que buscaban flexibilizar el sistema de patentes de forma que sus laboratorios pudiesen fabricar versiones genéricas de los fármacos contra el sida a un precio asequible para los sistemas de salud de los países en desarrollo, donde la enfermedad hacía estragos.

Recuerdo la tenacidad con la que el grupo de presión farmacéutico defendía ante los periodistas que cubríamos aquellas negociaciones las patentes con el argumento especioso de que sólo así podrían los laboratorios seguir investigando y desarrollando nuevos productos.

Ahora, el experto colombiano ocupa el puesto de consejero principal para Salud y Desarrollo en el Centro del Sur, una organización internacional de países en desarrollo también ubicada en Ginebra. Acaba de publicar un interesante artículo en la edición en español del mensual Le Monde Diplomatique, y veo que sigue tan combativo como siempre en su denuncia de los manejos de esa poderosa industria.

Cita Velásquez en su artículo un libro aparecido recientemente en Francia, donde causó sensación y del que ya me habían hablado otras personas interesadas por los temas relacionados con la industria de la salud.

Escrito por los profesores Philippe Even y Bernard Debré y titulado Le Guide des Médicaments utiles, inútiles ou dangereux (Guía de los medicamentos útiles, inútiles o peligrosos, Ed. Cherche-midi), el libro estudia 4.000 medicamentos comercializados en Francia y llega a la asombrosa conclusión de que la mitad son inútiles, un 20 por ciento, mal tolerados por los pacientes y un 5 por ciento, potencialmente peligrosos.

No es que los autores se nieguen a reconocer los beneficios que debemos a una industria que ha desarrollado antibióticos, vacunas y medicamentos contra el cáncer y las enfermedades cardiovasculares que han salvado o por lo menos prolongado millones de vidas en todo el mundo.

Sin embargo, muchos de esos medicamentos fueron investigados con fondos públicos en Institutos Nacionales de Salud. Y a ese pasado que los autores reconocen como magnífico "ha seguido un presente de esterilidad, de lucro, de mentiras y corrupción".

Comenzó éste cuando a partir de la década de los noventa, "la industria se convirtió al capitalismo especulativo y buscó el lucro inmediato, con rentabilidades del orden del 20 por ciento anual".

Los laboratorios inundaron entonces el mercado de medicamentos ya comercializados antes pero que se reintrodujeron en el mercado debidamente "maquillados" como nuevos, con grandes esfuerzos publicitarios, y que, en su inmensa mayoría, no ofrecían ninguna ventaja terapéutica para los pacientes.

Lo que interesa a un gerente de la industria (farmacéutica) no es curar una enfermedad sino abrir un gran mercado, denuncian los dos profesores. Según ellos, la filosofía de esa industria consiste en tratar, creando dependencia, más que curar, como ocurre con los medicamentos para la hipertensión, el colesterol, la diabetes y la mayoría de las enfermedades crónicas. "Los productos que curan al paciente, matan el mercado", resume Velásquez.

Para los autores de esa guía de "medicamentos útiles, inútiles o peligrosos", la industria es "un pulpo infiltrado en todas las instancias de decisión nacionales e internacionales, los gobiernos, las grandes manifestaciones, las instituciones, las asociaciones médicas científicas y los medios de comunicación". Eso explica muchas cosas del negocio de la salud, incluidos los actuales esfuerzos por privatizar también nuestros hospitales.