La caída de las hojas en los altos bosques caducifolios no será jamás trending topic. Seguramente le falta novedad. Además, asistir al evento en vivo y en directo es un engorro. No vale llegar hasta el lugar en 4x4, pues de la experiencia forman parte el propio camino ascensional, el modo en que los ritmos interiores del cuerpo van entrando en sintonía con la cadencia de los pasos, la adaptación sutil al silencio para que el oído perciba el advenimiento de la ráfaga que provocará la lluvia de hojas, el afinamiento del ojo a fin de distinguir la multiplicidad de colores en la alfombra de las ya caídas, la adaptación de la retina a la penumbra del día bajo el temporal.

Pero cuando, en el interior de la catedral de árboles, la escasa luz se ve enturbiada por las hojas en fuga, y el espíritu se ve arrastrado por el torbellino, hay una comunión inolvidable con el destino más cierto.