Quien mal se porta, en algún momento tiene su escarmiento", reza el dicho. No espero desde luego que este artículo de hoy sea objeto de debate, pero sí que deseo poner de manifiesto mi opinión sobre un tema que, aunque parezca baladí, tiene su miga. Personalmente a mí me horroriza el asunto del "ve, corre y dile", estar sujeta a la debilidad de la crítica y a desordenar la conducta y la vida del prójimo porque tengo cosas más interesantes que hacer, pero qué duda cabe de que a todos/as nos gusta un poquito el cotilleo porque no somos santa Teresa de Jesús, tampoco vivimos en un convento y lamentablemente esta sociedad que nos ha tocado vivir y esta televisión basura, donde priva sacar los trapos sucios de los demás, y cuanto más sucios mejor, hace que nos salpique y que apliquemos, en mucha menor medida, gracias a Dios, la mala escuela de los medios de comunicación. Qué pena que ciertos canales no se conciencien de que el sano entretenimiento y la cultura no tienen por qué estar reñidos sino unidos como dientes de mazorca (millos de piña).

Me contó una amiga que le había comentado a otra amiga un secreto del padre estrábico (bizco) de una tercera amiga de ambas. La segunda amiga, ni corta ni perezosa, como una traidora fue a contárselo a la tercera, o sea a la criticada, y ésta, hecha un basilisco y con agitación mental, como si hubiera recibido una descarga en el pecho, se acercó a la primera junto a la traidora para recriminarle tal comentario sobre su padre. No voy a detenerme ahora en los detalles porque recuerdo la narrada pelea vagamente, pero del resultado de la traición no le quito ni una letra. La primera (que fue quien me lo contó), lista como un rayo y viendo la alevosía de la segunda, no permaneció ni un minuto callada, y sin perder la facultad de razonar le contestó con valor (agallas) a la perjudicada, "¿Yo? ¡Pero si quien me ha contado el secreto de tu padre ha sido ella! ¡Yo no tenía ni idea hasta que ha venido a contármelo y me he quedado muerta!" Ni que decir tiene que la acusica quedó como si le hubiese hecho una herida en la cabeza (coneja), tambaleándose, como si estuviera bajo la influencia de Baco, y abandonada por las otras dos que salieron cogidas del brazo, como diciéndole, "quien mal se porta?". Ay, Señor, qué cosas?