Leo en el periódico a un oculista que anuncia unas operaciones oftalmológicas que, sin costar un ojo de la cara, te permiten salir del quirófano sin las gafas con las que entraste. Habla de esas intervenciones quirúrgicas como la panacea para los miopes pero lo más curioso es que el médico aparece con bata y con gafas. Veo en el televisor a un diputado del PP que defiende ante las cámaras (las de la tele y las de las Cortes) una propuesta para que se amplíe la velocidad máxima en las carreteras. El político se explica en silla de ruedas, donde quedó postrado tras un accidente de tráfico en una de esas autopistas en las que según él se debe conducir a más velocidad de la permitida.

Futbolistas multimillonarios aparecen en un anuncio pidiendo a sus conciudadanos pobres que participen en una campaña contra el hambre. Mientras ellos ganan sueldos astronómicos por jugar al fútbol, aprovechan su cara conocida para convencerte de que repartas tu mísero salario con los más menesterosos. Los futbolistas ya colaboran haciendo el anuncio gratis. Qué generosos. Luego escucho en la radio a un representante del sindicato de la Guardia Civil que denuncia que sus superiores están ?aleccionando a los agentes a imponer más multas de tráfico a los automovilistas. Si no lo hacen verán reducidos sus ingresos ya que ellos cobran comisiones por las sanciones que firman. A este paso, habría que hacer el control de alucinógenos a los guardias civiles después de que éstos nos hicieran a nosotros el de alcoholemia. La nueva ley de tasas judiciales encargada por el ministro Gallardón lleva a casos tan rocambolescos como el que recurrir una multa de tráfico pueda costar el doble que la propia sanción económica. Alucinante. Con esta nueva ley promovida por el ministro, más que de Justicia habría que llamarle de Injusticia. Mientras la gente manifiesta su cabreo por las calles, los de arriba hacen como si no pasara nada. La delegada del Gobierno, sin ir más lejos, es de ciencias pero parece de letras. Esta licenciada en Físicas no sabe de números. Sus propios subordinados corrigen siempre sus estimaciones en las manifestaciones porque ella está empeñada en reducirlas cuantitativa y cualitativamente de manera sensible. No estaría mal que visitara al oculista para que la opere de su miopía y vuelva a ser una profesora de matemáticas fiable sin necesidad de persuadir a las fuerzas de seguridad para que multen al doble de los automovilistas y al triple de los manifestantes.