Malos tiempos para la lírica, decía el estribillo de la canción de Golpes Bajos durante la movida de los ochenta. Qué felices fueron aquellos años para el PSOE, que de la mano de un joven Felipe González, llegó al poder con 202 diputados, la mayor victoria electoral en la historia de la democracia española. Tiempo les falta a los socialistas de hoy para que vuelvan a saborear las mieles del poder y difícilmente volverán a recuperar aquella estética de los trajes de pana de color tabaco y las camisas a cuadros de franela; tanto tiempo les falta que es muy probable que sean los adolescentes que están hoy a las puertas de la universidad los que lleguen un día de mañana al poder enarbolando la bandera del puño y la rosa. Y mientras los emblemas de aquella victoria de 1982 se han convertido en materia de coleccionistas, cada principio de mes los militantes socialistas se encuentran con la realidad de los sondeos de Metroscopia. El de este mes toca fondo y dispara las alarmas. Porque en intención de voto el PSOE se coloca en el lugar más bajo desde las generales de noviembre del año pasado: de un 28,7% que obtuvo en las urnas ha pasado al 22,7%. Pero lo peor es la imagen de Alfredo Pérez Rubalcaba. El 84% desaprueba su gestión como líder de la oposición y solo el 11% la aprueba. En cuando a la confianza que le inspira a los ciudadanos sale peor parado: el 92% le inspira poca o ninguna y un ridículo 7% tiene mucha o bastante confianza en él. Mientras la oposición socialista se hunde, la ola de la derecha no hay quien la pare: la ministra Báñez afirmando que "los pensionistas valorarán la decisión de no actualizar las pensiones", el ministro Wert haciendo una nueva ley de Educación para satisfacer a los obispos, el ministro Gallardón diciendo que "la ley de tasas tendrá un contenido social extraordinariamente positivo" y Montoro creyendo "que la amnistía fiscal mereció la pena". Esto se llama, como decía Mariano Rajoy, "gobernar como Dios manda". Como sigan así las cosas, esta vez sí que a España no la va a conocer en el futuro ni la madre que la parió.