Si hay un lugar en el planeta que no haya sido tocado por la crisis financiera, hablamos de Cuba. Es lógico. Está fuera del engranaje económico internacional y si durante tres décadas vivió subvencionada por la desaparecida Unión Soviética, hoy sobrevive de los 100.000 barriles de petróleo diarios que le facilita Venezuela, de las remesas de divisas que envían los cubanos del exterior y de los dos millones de turistas que visitan la isla cada año. Ahora que se acerca el 54 aniversario de la Revolución que llevó a los barbudos al poder el 1 de enero de 1959, el tándem Fidel-Raúl sigue dirigiendo su experimento socialista en silenciosa decadencia. Mientras que el estrés habita en las sociedades conectadas con el capitalismo moderno, en la alicaída Cuba esa angustia no existe porque no hay nada que perder. En su lugar se cierne la depresión de los días desocupados. La Habana sigue desconchándose, los transportes públicos son insufribles, la burocracia del régimen impide el desarrollo de la iniciativa privada y los minúsculos salarios dan para poco. La gente tiene la mirada distraída y la conversación es el único producto que prospera. La vida es muy dura para la mayoría de los cubanos. Sin embargo, en un momento en que los países de Occidente, sobre todo de Europa, están en una grave crisis y evaluando el alto precio de sus excesos, uno mira de forma más indulgente esa forma de vida. Es verdad que el obstinado empeño de Fidel en aferrarse a una idea caduca ha llevado a muchos cubanos a huir, y a muchos más a la miseria. Pero también es verdad que esa obsesión ha inculcado algunas formas de orgullo, civismo, altruismo y humor que están impregnados en el deshilachado tejido de la vida cubana y son la clave de su extraña capacidad de resistencia. Comprendo a todos los cubanos que desean escapar de esta hermosa isla, pero entiendo a los que desean quedarse. Ahora que la fiesta de los créditos fáciles en Europa ha terminado, la gente consume menos y reflexiona más. En esta época de dudas, Cuba no ofrece respuestas ni es alternativa. Pero es provocadora. El reverso de la humanidad angustiada en su fracaso material es la inhumanidad del exceso material.