La deriva soberanista ya es un sueño surrealista, lleno de nubes, monstruos y quimeras. Confieso que mi respeto político por el president Mas declina en progresión no sostenible. Perder unas elecciones al ganarlas es bastante frecuente en España y el mundo, pero rompe las costuras de lo real el sometimiento de toda sensatez y mesura a la demostración de una victoria invisible. La mayoría relativa de CiU no es la mayoría social de Cataluña, ni siquiera sumándole la minoría de ERC. A Mas ya le han dado un aviso serio (doce diputados barridos de un plumazo) pero un Mesías no puede quedar de pardillo y toca todos los resortes del artefacto emancipador para decir sin decirlo que el equivocado fue el pueblo. Si no le salen los pactos y hay nuevas elecciones catalanas, el artefacto estará a punto de masacre.

Las condiciones de ERC para apoyar a CiU desde el día después de la investidura parecen surreales en su gran mayoría. Ha sido muy oportuna su filtración a El País para que todos sepamos de qué hablan Mas y Junqueras cuando hablan de sexo. La libido separatista es muy creativa pero falla en algo tan primario como la prevención profiláctica. Casi todo es infeccioso en términos anticonstitucionales y esto reduce el éxtasis orgásmico a un modesto calambrazo de independencia teórica. Si, en vista de ello, busca la orgía otros escenarios, "complicidades exteriores" y todo eso, topará con que el separatismo "no toca" en tiempos de espartana austeridad y forzosa abstinencia. Estos políticos catalanes -no otros- se sobrevaloran pensando en la interlocución exterior a contrapelo de la voluntad del resto de España. Y si sueñan con el chafardeo de lobbies y pasillos, puede ser divertido hasta que alguien pida la cuenta, es decir, la "ficha financiera" de la operación, astronómica como todo el mudo sabe. Claro que los referidos políticos -no otros- pueden estar calculando que es el pueblo español el que ha de pagar la factura de su propia mutilación. Suma y sigue surrealista, que no supera ni el sadomasoquismo de Dalí.

Sea como fuere el primer fruto de la relación CiU-ERC, nacerá sin futuro, bichado en un tallo espinoso. Artur Mas aún puede virar hacia un pacto de gobierno menos radical, reconociendo que el ardor soberanista no era tan guerrero como creyó. Si no lo hace, una de dos: o no renuncia al dogmatismo fracasado, creyendo que la única verdad es la suya; o hay que aplicar la lupa a las presuntas corrupciones, propias y ajenas, que estarían impulsando una ciega huida adelante con aceptación -a ERC- de lo inaceptable. Cualquier providencialismo es sospechoso cuando insiste en imponer lo que la mayoría social rechaza. Pero el reflejo teocrático de ciertos políticos crece cuanto más incapaces son de evitar el sufrimiento y la ruina de la hermosa gente. Si decae mi respeto por Mas es porque está dejando de preocuparme.