Cada vez que quedo con los amigos en el Pueblo Canario para dar cuenta de unos calamares en el Bodegón, me imagino que en cualquier momento se nos va a aparecer El Zorro con su traje, su sombrero y su máscara negros, haciendo cabriolas espada en mano por techumbres y balcones. Y es que no me negarán que el recinto del Parque Doramas parece un escenario erigido a medida del héroe de ficción creado por Johnston McCulley.

Aunque fue construido entre 1939 y 1956 por el arquitecto Miguel Martín-Fernández de la Torre, el diseño originario del Pueblo Canario, así lo plasmó en distintos bocetos, es de su hermano Néstor, que falleció en 1938. Ignoro si el artista ideó esta pieza de su proyecto turístico para Gran Canaria bajo el influjo de The Mark of Zorro (1920), la película con la que Douglas Fairbanks popularizó al personaje. En cualquier caso Néstor nunca tuvo reparos para pasar por realidad lo que pertenece al dominio de la ficción.

Así leemos "Habla Néstor", el folleto escrito hacia 1937 por el artista y en el que, entre otras aportaciones, propugna convertir el Castillo de La Luz en un museo de historia de la Isla, y comprobamos que para Néstor todo vale con tal de cautivar el deseo del turista, "pues no hay que olvidar", dice, "que el turismo se alimenta de la admiración del pasado, que es necesario reconstruir ante sus ojos, inventando, si se quiere para suplir la falta de lo auténtico, sabiamente y con fidelidad". De modo que esta ciudad, que vive el carnaval como seña de identidad, alcanza en el Pueblo Canario el paroxismo de lo ficticio. Todo en este espacio, que fue levantado como templo de las esencias de la canariedad, es una trasposición del Mission Style, de las trazas de las haciendas mexicanas y las misiones californianas pasadas por los estereotipos de Hollywood. De hecho, el Pueblo Canario es un dechado de distorsiones de escala y otros efectos visuales propios de los decorados cinematográficos dispuestos para movilizar las fantasías de un turista que vería en el sur una invitación a la pasión y al placer, a sentirse la estrella de su propia película. Y a mí, nativo, que no creo en las esencias identitarias pero me gustan los calamares, me encanta sentarme con los amigos en el Bodegón del Pueblo Canario y esperar a ver si aparece El Zorro.