En 1982 visité por primera vez Nueva York. Me encontraba en un supermercado en el que, minutos antes, un hombre había sufrido un ataque cardíaco y se desplomaba mientras un coro de personas le rodeaba. Una de ellas había llamado al 911. Según me contaron, aunque nada más caer al suelo el paciente no se movía ni respiraba, nadie intentó reanimarle por medio de maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP) hasta que llegara una ambulancia con los sanitarios. El individuo murió en el mismo supermercado. No me sorprendió que nadie hubiera intentado ninguna maniobra para salvarle la vida. Muchas veces había sabido de historias parecidas en nuestra propia tierra dado que muy poca gente había recibido cursos de RCP.

En mi último viaje a EEUU he vuelto a ser testigo de una historia similar en un supermercado. Lo que esta vez me sorprendió es que si bien la parada cardíaca ocurría en circunstancias parecidas a las de 1982, las probabilidades de que alguien que estuviese en el lugar del suceso intentara salvarle la vida seguían siendo remotas.

Y es que después de tres décadas que se llevan impartiendo cursos de formación en RCP, la probabilidad de sobrevivir a una parada cardíaca fuera del hospital es menor del 10 por ciento. Este hecho ha impulsado a la Asociación Americana de Cardiología a simplificar los pasos de las maniobras de reanimación para hacerlas más fáciles de recordar por la gente corriente y para animarles a que lo intenten cuando sea necesario, aunque no hayan sido entrenados para ello.

Según datos de esta sociedad científica, en la actualidad las maniobras de RCP fuera del hospital sólo se realizan en menos de un tercio de las paradas cardíacas, y aunque éstas se realicen incluso por profesionales sanitarios, a veces no se hacen bien. Existen varias razones para explicar las pocas ganas de la gente en iniciar las maniobras de RCP. Algunos dicen que los pasos son muy complicados y difíciles de recordar. Muchos de los que han realizado estos cursos de RCP dicen que no recuerdan muy bien lo aprendido. Otros temen el contagio de enfermedades o virus que pasen desde la víctima a través de la respiración boca a boca, aunque el riesgo de transmisión de cualquier infección es muy bajo. Sin embargo, la necesidad de contar con gente que sepa reanimar es muy grande. En España, cada año se mueren más de 30.000 personas fuera del hospital por enfermedades del corazón y varios cientos de personas se ahogan o se asfixian. Muchas de estas vidas pueden salvarse si alguien que esté cerca decide y es capaz de realizar maniobras de RCP hasta que llegue la ayuda de los profesionales. Es más, es muy probable que la vida que salve las maniobras de RCP sea la de un familiar, amigo o vecino.

El propósito de la RCP es enviar sangre oxigenada al cerebro y al resto del cuerpo cuando el corazón no es capaz de hacerlo. En los primeros dos minutos después de una parada cardíaca, hay todavía oxígeno en la sangre, por lo que es importante comenzar lo antes posible las compresiones rápidas y seguidas sobre el tórax a nivel del corazón para permitir que el corazón se vuelva a llenar de sangre entre las compresiones.

Sin embargo, en los casos de ahogamiento, la asfixia es la principal causa de la parada cardíaca y lo más urgente es aportar cuanto antes oxígeno a los pulmones por medio del boca a boca. Cuando se hacen de forma efectiva y sin retraso, las maniobras de RCP pueden doblar o triplicar las probabilidades de sobrevivir a un ataque cardíaco. Pero para que tengan éxito, deben iniciarse tan pronto el sujeto se colapsa. Por cada minuto sin RCP, las probabilidades de supervivencia caen un 10 por ciento.

Muchos de los que han visto las series televisivas Urgencias, House o Anatomía de Grey, han notado que la efectividad de las maniobras de resucitación se potencia con la ayuda de un desfibrilador externo para hacer que el corazón recupere su ritmo normal, algo que ha sido probado en aviones, cruceros, casinos, estadios y en otros lugares en los que se guardan desfibriladores para casos de urgencia. Aunque un pequeño curso sería muy útil, lo bueno de estos aparatos es que cualquiera que sepa leer y seguir las instrucciones puede usarlos: los desfibriladores modernos reconocen el ritmo del corazón de la víctima y te dicen lo que hay que hacer.

El propósito de este artículo no es escribir un manual de RCP sino pedir a la sociedad que estas maniobras se sigan enseñando y se recuerden periódicamente de forma sencilla en todos los niveles de organización social, incluyendo las escuelas, universidades y empresas.

Buen día y hasta luego.