Poner en marcha acciones para gestionar mejor la sanidad pública sin contar con los profesionales sanitarios es un tremendo error de fondo y de forma. Por lo que se ha leído en estos meses, parece ser que solo los gerentes de empresas sanitarias privadas sabrían gestionar mejor los hospitales y centros sanitarios públicos. Pues coño, si son tan buenos que los contraten para dirigir los hospitales públicos para beneficio de la sanidad pública como para beneficio de empresas privadas. Varios estudios han demostrado en España que si los hospitales privados son capaces de gastar menos dinero por paciente es porque tratan enfermedades no solo distintas sino de distinta gravedad y evolución. Hablar de precio o gasto por paciente es una falacia, al menos en nuestro sistema. No hay ningún secreto en gastar menos si lo que se hace es más sencillo. Si así se hiciese sería mejor porque se justificaría con resultados. Es imposible que los hospitales privados gestionen mejor los pacientes con trasplantes, los pacientes críticos o los pacientes con VIH. Los hospitales públicos de España concentran a los mayores talentos de la medicina española, sobre todo desde que a finales de los años 60 e inicios de los 70 del siglo pasado se incorporaran a nuestro sistema público un ejército de médicos formados en EE UU, Canadá, Inglaterra y Alemania y desde que más tarde se iniciara el programa de formación MIR que copiaba los programas de los hospitales norteamericanos. De ser un desastre a finales de los años 60, nuestro sistema nacional de salud pasó a ser uno de los mejores sistemas del mundo a finales de los 90. Muchos de esos grandes profesionales han empezado a jubilarse hace pocos años; para el año 2020 habrán desaparecido del mapa sanitario español.

Se dice que la sanidad pública tiene bolsas de ineficiencia, pero la privada también. Un reciente panel de expertos para la identificación y priorización de actuaciones de mejora de la eficiencia en el Sistema Nacional de Salud propuso 101 posibles medidas; la mayoría de ellas tiene que ver con reformas estructurales factibles con un impacto presupuestario menos inmediato que las medidas adoptadas por el gobierno nacional y algunos gobiernos autonómicos. Los hospitales públicos son centros asistenciales, docentes y científicos que se someten cada año a auditorias públicas, estrictas y transparentes. Como resultado, se implementan programas o acciones de mejora para llegar a los estándares internacionales que fijan la Organización Mundial de la Salud, el Ministerio de Sanidad y las propias Sociedades Profesionales. Por otra parte, la sanidad privada en España está obligada a seguir las recomendaciones nacionales e internacionales sobre el manejo general de los hospitales o el determinado de una enfermedad.

La politización y la falta de profesionalización de la gestión es el cáncer de la sanidad pública, como lo sería para la sanidad privada. ¿Aceptaría un hospital privado ser administrado y dirigido por el primer o la primera cantamañanas de turno por el mero hecho de tener un carné del partido que ha ganado las elecciones autonómicas? Es bastante sospechoso que quienes hayan dirigido la sanidad pública desde el balcón de un partido político, y hayan fracasado como responsables sanitarios y gestores, sean los que se erigen ahora como salvapatrias y se rifen para dirigir hospitales privados. Si la sanidad pública necesita una reforma es de gestión para mejorar la calidad de la asistencia sanitaria. Si lo que hace falta es una nueva generación de directores y gerentes despolitizados, que los traigan y trabajen pidiendo la colaboración de los profesionales sanitarios. Dejando trabajar bien. No olvidemos que muchos de los profesionales que trabajan en la sanidad pública lo hacen también en el sector privado, algo totalmente lícito, aportando a la sanidad privada sus enormes conocimientos adquiridos en hospitales públicos nacionales y extranjeros, para dar beneficios a empresas de un sector que responde fundamentalmente a las necesidades de compañías aseguradoras privadas. Si estos profesionales recibieran un mejor sueldo por su trabajo en un centro público (como es el caso de la mayoría de los profesionales sanitarios de la Unión Europea, Canadá y EE UU por hacer lo mismo que aquí), probablemente no necesitarían trabajar en la pública y en la privada. Dentro de poco, los profesionales sanitarios decidirán si quieren trabajar en la pública o en la privada. Lo que es surrealista es que quienes han gestionado mal la sanidad pública durante todos estos años quieran darnos lecciones sobre cómo hacerlo ahora perjudicando al profesional sanitario y a los propios pacientes con sus decisiones impregnadas de un mensaje industrializador en el que pretenden convertir a los centros sanitarios en verdaderas fábricas de churros, un modelo que no sigue ningún país de nuestro entorno económico, científico y profesional. Buen día y hasta luego.