Amigo Lucas, millones de personas están ya esperando el 28 de marzo para dar un buen adiós al papa Benedicto. Te digo que, a través de la nunciatura, algunos le hemos enviado una carta de agradecimiento por su trabajo de nueve años en la Iglesia. Luego a todos toca esperar unos días y que Dios nos mande a un valiente con cabeza y corazón que pilote la nave de Pedro, no importa que sea blanco o negro. Pido al Espíritu que tenga ojos abiertos y espabile para que a través del Cónclave nos regale a un tío valiente con ganas de guiar a los cristianos en la fe.

Oye, siento en estos días una extraña alegría por este hecho que sucederá en la Iglesia una vez más. De verdad que ella tiene sus cosillas feas a veces, pero te aseguro que tiene cosas fantásticas. Esto me ha tocado verlo por muchos lugares del mundo en personas comprometidas, seglares, sacerdotes, hombres y mujeres... No dudo que a veces mi Iglesia no huela bien a causa de esos pastuños que se le pega en el camino que pueden ser por obispos que no saben servir, por curas pedófilos, y también por muchos cristianos sin vergüenza que no viven el evangelio del Nazareno. Creo de verdad que sólo los fanáticos no saben ver la cosas buenas que mi iglesia tiene, sí, sus cosas fantásticas que asombran al mundo y nos llenan a todos de alegría. Oye, yo diría que sus muchos fallos se deben a nuestra misma debilidad y que sólo no los perdonan los fanáticos...

Quiero a mi Iglesia porque ella me alimenta con la Palabra, con el Pan sagrado, con el Perdón, con la Unción. De verdad que en ella veo siempre a gente que me maravilla. Oye, si empiezo la lista no termino...

Confieso que en estos días gozo recordando aquel año 63 cuando subió a la silla de Pedro el cardenal Roncalli, Juan XXIII, aquel hombre simpático medio anciano y algo gordillo. Hasta me asustó verle tan viejo, pero mi sorpresa fue sentir que había entrado en el mando de la nave un hombre grande que sabía lo que se tenía entre manos. Aun recuerdo que algunos decían que sería un papa de paso, otros que aquel viejo no valía mucho porque no hablaba idiomas... y hasta los de la silla gestatoria comentaban que en adelante tenían que sudar algo más porque les había caído un peso pesado a transportar. A pesar de los comentarios, a los pocos días todos nos dimos cuenta que en Juan XXIII nos había llegado el regalo más grande del Espíritu Santo en los años 60. El Papa bueno, como le llamaban, vio enseguida que la Iglesia estaba sucia y que había que limpiarla con un Concilio, que la división de los cristianos era una vergüenza, que la Iglesia se había colocado en el camino de condenar y mandar al infierno cuando tenía que colocarse en mandar al cielo salvando a los caídos. Te invito a que leas el discurso que hizo el mismo papa aquel 11 de octubre al inaugurar el Concilio. Luego vino la muerte de Juan XXIII un 3 de junio del 63. Aquello fue algo de infarto muy fuerte pareciendo que todo se venía abajo con su marcha, pero el Espíritu nos dio una sorpresa grande con el regalo del gran Pablo VI que siguió pilotando el Concilio.

Oye, reza al Espíritu Santo en este año de la fe puesto por el mismo papa que nos deja para que dé aire divino a la Iglesia estos días y pide para que ella sea siempre casa de todos sabiendo poner su palabra profética por donde quiera que vaya... Oye, ve el sábado 2 de marzo a la catedral a las 11 para dar gracias a Dios por haber tenido estos años a Benedicto como papa en la iglesia. Allí rezaremos también para que el próximo cónclave nos dé un papa humano, me gustaría africano o sudamericano o de la nación que sea, un papa que tenga grandes oídos para oír y gran corazón para sembrar el mensaje del Maestro Jesús.