La Dirección General de Tráfico le dio macho ayer a un ultrasofisticado radar único en el mundo, o eso dice el prospecto, que a bordo de un helicóptero es capaz de controlar a cuánta enfocadera va un fotingo. Esto se hace, cómo no, en pos de la seguridad de nosotras las hormiguitas.

Para que este chisme funcione el helicóptero debe tenernos a nosotros en el punto de mira, porque este artefacto se ha comprado a cuenta de que nosotros somos unos lajas muy díscolos, durante al menos un kilómetro de recorrido.

A diferencia de otros radares en los que uno pasa, fiiiiú y le sacan la foto de su totiso y la matrícula, este pendejo chismoso a rotor se te queda mirando a la sorrúa, entrando por el parabrisas impunemente.

Lo insólito es que al paso de control ciudadano que vamos puede que la ocurrencia del radar aéreo sea el paso previo a lanzarnos un misil a partir de una velocidad temeraria con el correquetecagas.

No deja de ser sorprendente el entusiasmo tecnológico que muestran todos los gobiernos que pasan por este país y sus distintas direcciones generales por tener a sus súbditos controlados en corto por tierra, mar y aire. Prácticamente ya no existe elemento físico que no esté sujeto a estrictas normas de obligado cumplimiento. Y así un simple enchufe que se tenga que poner en un tinglado de golosinas debe tener una extensa homologación desde los plomos a su respectiva toma a tierra. El asunto sería más soportable si no contrastara tanto con los enchufes políticos, por poner un inocuo ejemplo, que carburan a toda leche sin radar, ni toma a tierra, sino que van a cable pelado porque las autopistas del poder conforman el único lugar virtual en el que es posible ir a 320 kilómetros por hora, fumando, sin cinto y harto copas, y donde un juicio por exceso de velocidad en mangar fondos públicos y ajenos demora años, cuando no eras geológicas, mientras a un conductor, por seguir el símil, si mete la gamba el viernes, el lunes se envaina una sentencia. Para colmo hoy habrá buen tiempo: no descarte que le metan volando una cámara en su alcoba.