El nuevo periodismo recitativo o declamatorio está adquiriendo un gran auge gracias a las declaraciones de personajes que no han dejado de ser actualidad como sucede con el ex presidente del Gobierno José María Aznar. En un discurso despachado en la Casa de América, Aznar le ha pedido a Mariano Rajoy ejemplaridad y un "mandato irreprochable". El problema es que, además de todos los pesares, incluida la angustiosa crisis económica, lo que asoma en el horizonte más negro del Partido Popular es precisamente el aznarato. Y el aznarato, recuerden, dio cobijo y lustre a Bárcenas, Cascos, Rodrigo Rato, Correa, el Bigotes, Mato, Sepúlveda y el jaguar, por citar algunos nombres entre los que ayudan a entender ese pasado íntimamente ligado al presente del partido.

A la vista de lo sucedido, alguien se preguntará si es Aznar la persona más adecuada para invocar la regeneración ejemplar que él no emprendió en los ocho años de gobierno. Sin que ello signifique, como es lógico, que la petición del ex presidente, por más que reiterada, no sea digna de tener en cuenta. No por simple cinismo ha de errar el cínico cuando los deseos resultan plausibles.

Juguemos a ser positivos. En el ánimo de Aznar de pedir a los suyos una reacción ejemplar que permita hacer frente a la crisis institucional no hay que ver sólo la incongruencia de un pasado lleno de sombras dispuesto a darle lecciones a un presente sobrevenido de angustias. Ni siquiera la desvergüenza del ex jefe del Partido Popular, bajo cuyo mandato presidencial se incubó el huevo de Gürtel, pidiéndole a Rajoy que haga lo que él, a tenor de los hechos, fue incapaz de acometer: es decir, restaurar la ejemplaridad tras los últimos años de decadencia y corrupción del felipismo. Admitamos, en cambio, como bueno el discurso regeneracionista de Aznar a ver si la ejemplaridad empieza a cundir de una vez entre la clase política.

La ministra Ana Mato, sin ir más lejos, ejemplarmente podría dar un primer paso y dimitir, dada la pérdida de confianza de los electores reflejada en las encuestas, por la presencia en los turbios manejos de su ex marido ¿O no van por ahí los deseos ejemplarizantes que Aznar invoca elevándose por encima del bien y el mal?