La historia se repite. Pasados los carnavales y vivida la Cuaresma, todo eclosiona el Domingo de Ramos, como describe José Miguel Alzola en su obra sobre la Semana Santa de Las Palmas de Gran Canaria. La escenificación de la pasión y muerte de Jesús es una antigua tradición que se mantiene con esplendor destacado en la Isla. Hoy domingo de las palmas, con la imagen de la burrita por calles y plazas se inicia la semana mayor de nostalgia y fervor, y en expresión de Josefina de la Torre, de inefable memoria que se mantiene perenne en la historia insular.

En la capital ya se anticiparon los actos religiosos de La Pasión de Cristo en Tamaraceite, enmarcada en un programa de Semana Santa en el que se incluye por primera vez la salida de la procesión del Silencio de la Parroquia de Nuestra Señora de Los Dolores en Ciudad Alta, y se recupera el itinerario habitual del Jueves Santo de la Procesión del Cristo del Buen Fin en Vegueta. Los más hermosos recuerdos confluyen en esta semana en la que se celebra el núcleo de la fe cristiana: la muerte y resurrección de Cristo. Una semana que es historia viva cargada de múltiples expresiones culturales que van desde lo escénico a lo gastronómico, con el sancocho como máxima expresión.

Si algunas muestras populares han desaparecido en las Islas, como la procesión que se representó en Las Coloradas, otras se conservan con notable participación y firme tradición por los barrios históricos de la capital, así como en otros municipios: la bendición de palmas y olivos en el convento del Císter de Teror; los costaleros de Moya y Agüimes; la Semana Santa en la ciudad de Luján; el Cristo de Telde; el Cristo de Indias en Gáldar, Agaete, Arucas y la quema del Judas en Teror.

Vivimos un momento difícil, la crisis continúa de máxima actualidad, asistimos a un Viernes Santo interminable y aguardamos un amanecer diferente, un mañana más humano. La Semana Santa representa una fe que cada primavera se celebra en los templos, o sale a la calle con un sentimiento hecho fervor y pasión que se encarne en una vida mejor.

Hoy, Domingo de Ramos, en especial en las parroquias de Vegueta, se culmina ya el trabajo de cofrades, señoras que visten las imágenes, voluntarios que limpian los tronos, floristas, plateros, bordadores y músicos. Se vuelcan en su labor los miembros de las hermandades y cofradías, que tuvieron su mayor auge en el siglo XVII, y son merecedores hoy de reconocimiento y gratitud por su ejemplo y su contribución a conservar una seña de identidad cultural. La procesión de los sevillanos saca hoy por Vegueta a Jesús de la Salud y a María de la Esperanza, con sus saetas y lamentos de la mejor tradición andaluza.

Pero si alguien cincela y pule la cultura de la Isla en esta semana de pasión, ese es Luján Pérez. El Miércoles Santo es el día del encuentro de Cristo y la Virgen, manifestación popular por calles vegueteras y trianeras conocida como del Paso, el encuentro con las santas mujeres, que se escenifica en la plaza de Santa Ana, con la más representativa muestras del artista de Guía, recientemente nombrado hijo predilecto de Gran Canaria a título póstumo. Esta semana Santa de Luján Pérez no solo sale a las calles de la capital, sino de los más relevantes municipios isleños con su arte y belleza, poesía y lirismo, en imágenes en las que las gubias y pinceles acertaron a plasmar sentimientos, sufrimientos, consuelos y esperanzas que identifican a Cristo y a María con los hombres y mujeres de las Islas. Arte relevante y singular que despierta devoción y veneración, silencio y oración, que da expresión a las imágenes, y a las que tienen que dar vida quienes las portan a hombros. En ese ambiente se muestra, cada año, Nuestra Señora de los Dolores de Triana, acompañada de su Hermandad y su Cofradía, en un devoto acto procesional con el más hondo sentimiento trianero.

El Jueves Santo cobra en este año un sentido especial con su litúrgico lavatorio de pies en los templos después de escuchar al papa Francisco decir que "gobernar es servir". Y como manda la tradición, el Jueves Santo, tras las marchas por las calles y las celebraciones religiosas, se deben visitar siete estaciones o monumentos de las iglesias y ermitas, una costumbre que aún reúne a familias y amigos en un tranquilo recorrido por la historia como pasillo de hermandad. Y a las doce en punto sale de la ermita del Espíritu Santo la imagen del Cristo del Buen Fin, arropado por su real cofradía en una noche especial para participar en el vía crucis de la madrugada del viernes, expresión de silencio, unción y veneración. La mañana del Viernes Santo, desde 1927, se celebra la procesión de Las Mantillas, a la que dieron nombre las mujeres así ataviadas que acompañan al Cristo y a la Dolorosa de Luján. La procesión canaria por excelencia con una prenda, la mantilla, que caracteriza y da personalidad propia a la Semana Santa en Gran Canaria, y que merece un esfuerzo de exaltación colectiva. Y por la tarde del día de la Cruz, tiene lugar la Procesión Magna, en la que se vuelca la ciudad entera tras las imágenes y pasos con un interminable sentimiento compartido por los barrios históricos. En silencio, roto solo por algún acorde musical, entre autoridades y fieles, procesionan las imágenes del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora de la Soledad de la Portería Coronada, San Juan Evangelista, la Magdalena, el Santísimo Cristo de la Humildad y la Paciencia, el santísimo Cristo de Granizo y el de la Vera Cruz con La Genovesa, popular Dolorosa. Una magna demostración de arte, fe y vida que culmina con el retiro.

La Semana Santa no solo es tiempo de arte, devoción y cultura; también es periodo de vacaciones, de sol y playa. Por ello, tampoco podemos obviar a los miles ciudadanos que optan por su pasión turística, con descanso, reposo y calma. Una dualidad resaltada por Julio Caubín Hernández, pregonero de esta Semana Santa, y que en el marco de la Catedral de Santa Ana, bajo las bóvedas con más historia de Canarias, ofreció la mejor síntesis de estos días: "Se puede esquiar, estar en la playa o navegar durante este tiempo, y realizar actos de presencia en Dios que pueden ser, incluso, perfectos".