El mensaje que el papa Francisco envió al mundo, a todas las confesiones, en la Pascua de resurrección, contenía los ingredientes necesarios para que este evangelio sea universal. Uno a uno fue pormenorizando los conflictos, las guerras o los enfrentamientos que en estos momentos asolan el planeta. Reflexionó sobre África por dos motivos principales: la división civil y geográfica de muchos países, las guerrillas del terror islámico y la matanza de cristianos que continúa con un goteo estremecedor. También tuvo palabras para las dos Coreas, para palestinos y judíos y para lo que está considerada como la forma de esclavitud más extendida en el mundo: la trata de personas; ese espasmódico mercado que exhibe su mercadería en los miles de establos destinados a estabular a los seres humanos hasta que no sirvan para otra cosa más que para botarlos a una cuneta o dejarlos morir de enfermedad.

Y por otro lado, los análisis sobre la situación internacional, lejos de anunciar pasos positivos para lograr la paz en conflictos altamente delicados, como es la relación Irán-Israel o Corea del Norte y del Sur, contendientes todos con poder nuclear. El más preocupante es sin duda Irán-Israel, porque la debilidad política que muestran los gobiernos de la región no ayuda a mantener una estabilidad duradera: Siria, Líbano o Egipto.

En Palestina se recrudecen las manifestaciones contra las nuevas colonias en Cisjordania y Jerusalén, mientras Obama apuesta por las sanciones, el Estado de Israel quiere involucrar a EE UU y que tome partido claramente por un ataque de los que eufemísticamente llaman preventivo, cuando es una agresión a un país soberano que no se pliega al orden mundial ni a la pax americana.

Y Obama no es que esconda sus simpatías por el pueblo judío, pero sí su aversión al lobby neoyorquino y su poderosa organización. En esta tesitura a Obama no le queda otra que seguir con sus ejecuciones selectivas, al igual que los servicios secretos israelíes, allá donde esté la amenaza. Ahí donde lo vemos, Obama es uno de los presidentes más belicosos de las últimas décadas. Encomendándose a su dios ha desplegado por el mundo su nueva estrella bélica ejemplarizada en los aviones sin tripulación pero cargados de una potencia de fuego y precisión como no se había visto nunca.

Francisco empieza su trabajo poniendo el dedo en la llaga de una moral que se entiende universal y que en estos momentos precisa de cuidados intensivos de irreconocible que se encuentra. Y solo hay alguien que pueda sanarla: el ser humano y su razón.