Todo truco, atajo, engaño, robo, lo que sea, viene siempre acompañado de una (presunta) motivación altruista y solidaria. Los abusos de la ley hipotecaria española, ilegalizados por el Tribunal de Justicia de la UE, se han venido consintiendo para no crear problemas financieros que podrían hacer peligrar, se decía, nada menos que al propio sistema democrático español. Y un baifo.

La negativa a aplicar criterios comparados a los desahucios tiene también esta supuesta finalidad. No poner en peligro a los bancos. La cláusula suelo, que no está correspondida con una equidistante cláusula techo, solo la considera injusta el Tribunal Supremo cuando no haya habido una adecuada transparencia. O sea, que si una violación se hace por Youtube la publicidad no es un agravante sino una eximente. Vamos bien.

Y yendo a lo doméstico, lo mismo. Todos los mamotretos urbanísticos se han tratado de justificar siempre, esto es como la naturaleza del alacrán, en dos razones principales: no perder la inversión y garantizar puestos de trabajo, como si un hotel construido al lado del mar tuviera por esa condición de incumplimiento de la normativa de costas más puestos de trabajo y de mayor calidad que uno edificado unos metros más atrás.

Como era inevitable, en la polémica sobre la reconstrucción de un ampliado y más elevado Hotel Oasis han aparecido los dos argumentos: la inversión y la plantilla. "El único bien de interés cultural somos los trabajadores", dicen los empleados, como si la construcción de un nuevo Oasis en debidas condiciones y fuera del corazón del palmeral sustituyera la plantilla por unidades robóticas.

Es inevitable recordar una de la más famosas, y certeras, y dolidas, frases de la historia. "Oh, libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre". La pronunció Marie Jeanne Roland de la Platière, una mujer con coraje, partidaria de la Revolución (francesa, por supuesto), escritora, con un marido, monsieur Roland, igualmente combativo, ilustrado y honesto. Los dos denunciaron, sin embargo, los excesos revolucionarios, y fueron calificados de enemigos del pueblo. Ella acudió, con un valor que asombró a todos los presentes, a una sesión de la Asamblea, donde expuso sus motivos.

Fue muy aplaudida y alabada, pero poco después, en pleno Terror, fue detenida y llevada a la guillotina. Cuando el verdugo le puso la cabeza bajo la cuchilla, ella dijo aquellas inmortales palabras.

Pues eso. Cuánto cuento y cuánta hipocresía en nombre de la economía, del empleo, el desarrollo y los pajaritos de colores. ¿Qué ha traído en realidad tanto pragmatismo y tanto realismo de chequera como el que ha habido en el sur de Gran Canaria?, ¿Ha valido la pena machacar las dunas, ajardinar y privatizar el palmeral, donde había agua dulce cuando Colón pasó por allí en su cuarto viaje? ¿En qué ha beneficiado a la Isla, al ecosistema, a la postal, al desarrollo -no al del pelotazo, sino al permanente- tanta permisividad y avestrucismo?

Hace 39 años, en LA PROVINCIA del domingo 5 de mayo de 1974 ya se hablaba del problema del oasis y del sistema dunar. Se empezaba a levantar el hotel Dunas, luego demolido, y desde Playa del Inglés se vertían escombros para solarizar las arenas en esa parte. Los hoteles que se levantaban en el entorno del lago, el oasis y el faro, convertían en jardines privados la zona verde pública, con abierto pitorreo y desdén a las leyes vigentes.

Se decía entonces, y díganme si el párrafo no parece haber sido escrito en los últimos meses: "Cuando llegó el turismo al sur también llegó la urbanización, y con lo uno y lo otro llegó la degradación del paisaje. Pero es en el oasis y en las dunas (...) en donde la situación adquiere mayor gravedad (...) están verdaderamente en peligro de muerte. Se talan las palmeras y se urbaniza, canaliza e higieniza un parque natural, que aparte de su calidad y su belleza constituía un paisaje característico. Se encierran las dunas entre bloques de cemento, se arrojan sobre ellas escombros para aumentar los solares urbanizables y se construye a la vera misma del mar en lugares cuyo dominio público es evidente (...)" Propuesta constructiva, pero no del sector de la construcción: "La solución es declarar a este lugar (a todo él) parque nacional, reserva paisajística o monumento natural de interés nacional".

Cuántas martingalas y engaños se cometen en nombre... de la avaricia, la estupidez y la frivolidad.

Claro que los tiempos han cambiado. Madame Roland terminó guillotinada. En Canarias, las sentencias del TS y las reglas del juego se utilizan como piezas de museo o para extravagantes clases de derecho y arquitectura.