Portugal no ha cumplido uno solo de los compromisos macroeconómicos pactados para cobrar el rescate, pero dentro del pelotón de los torpes tiene fama de alumno más aplicado de la troika. Ahora le deduce el tribunal constitucional 1.300 millones de euros que recortó en sablazos directos a la gente y debe devolver. Tendrá que recuperarlos con otra vuelta de tuerca fiscal, y los negros heraldos de la austeridad le conceden un aplazamiento sustancial en el objetivo del déficit, clara prueba de reconocimiento de que era y es imposible. A España le alaban las grandes reformas de 2012, pero el tío Paco transubstanciado en Olli Rehn sentencia que no bastan. Nunca bastan, clara prueba de que no sirven. Sin medidas de crecimiento es imposible licuar el trombo de seis millones de parados que obstruye el flujo económico. Pero siguen imponiendo recortes, como haría un contable de tercera, que no aporta una sola idea y pone condiciones delirantes al préstamo en moneda. Si la subida de la ola de insumisión y rechazo en las ciudades españolas llega a romper los diques de la convivencia pacifica, los autores intelectuales serán tan incuestionables como los colaboradores necesarios.

Los ministros españoles lanzan sondas antes de formalizar una solicitud de demora del déficit -ya otorgada a Grecia, Chipre, Irlanda y Portugal- pero dan la impresión de no creer en conseguirla. Falta saber si el ucase de Rehn es una respuesta a los tanteos de Guindos, quien ha llegado a decir que la estrategia monotemática del sablazo antisocial no sirve. ¿Un conato de rebeldía? Ojalá, pero Rajoy ya anunció en sede parlamentaria que pasará por el aro con nuevos recortes de muy próximo anuncio. Es tan increíble, que algunos comentaristas intentan hacerle favor conjeturando que dirá no: más recortes, no, con un paro que sigue creciendo y es inabsorbible en el espacio de una o dos generaciones. Menos aún si hay que meter cuchilla a las pensiones, perfecta manera de hostigar a las clases pasivas después de machacar a las activas. ¿Y para qué? Para perder los últimos votos y dejar la recuperación nacional en otras manos, allá para dentro de equis años. Brillante premio a la docilidad y la aplicación...

Rajoy eludirá siempre un claro no, porque es incompatible con sus neuronas. Pero puede moverse en coordinadas de no redoblando la critica de Guindos a la austeridad a palo seco, enfatizando el peso del PIB español en el comunitario, haciendo lo posible para que los mercados sigan a su bola, sin dejase impresionar por el Draghi ni el Rehn de turno y, sobre todo, poniendo a la vista ese trombo de seis millones de parados que hará estallar las venas y las arterias de un país hipertenso, abocado a eso que los médicos llaman marasmo.