Este 1º de mayo, Día del Trabajo y los trabajadores, ¿podemos celebrar alguna cosa? Parece que sí. Celebramos los 6,2 millones de potenciales trabajadores engrosando las filas del paro, ya el 27,16%, además de campeones mundiales en paro juvenil, el 57,2%, todo según la última encuesta de la EPA, con posibilidades ciertas de persistir en la tendencia imparable hacia los 7 millones de parados. Este es sin duda un meritorio logro del presidente Mariano Rajoy, pupilo aventajado y obediente de Merkel, y su Gobierno del Partido Popular, ese al que el pueblo dio su voto para que hiciera lo contrario de lo que prometió en campaña. Tiene sin que se le mueva un pelo de la ceja el país completamente yugulado, casi sin oxígeno, con una importante atonía económica porque no fluye ninguna liquidez por parte de los bancos. Y aquí no pasa nada. Todo está conforme al guión sin que nadie se plantee la inoperancia de este Gobierno con respecto a lo que prometió. Y es que en estos últimos tiempos todo evoluciona y cambia, y ahora es necesario mentir para que te elijan. Si un partido se transparenta y dice lo que tiene pensado hacer no lo eligen. Cuanto más disparatada es la mentira, mejor, más se la creen, pues como grandes estudiosos de psicología y sociología de masas que son, saben que a la gente le encanta que se la engañe y está más cómoda, mejor y más a gusto con la mentira que con la cruda realidad.

Celebramos también los escraches. De unos y de otros, para ser objetivos. Los atropellos de que vienen siendo objeto los pisoteados ciudadanos con los desahucios masivos y el latrocinio deshonesto llevado a cabo por los bancos con los damnificados de las preferentes, a los que se les está robando su dinero, en muchos casos el ahorro de todas sus vidas, estas acciones no habían merecido ser catalogadas de escraches. Dicho apelativo sí se lo han merecido los ciudadanos, hartos y desesperados por el trato injusto, vejatorio, de las entidades financieras y aquéllos, viendo que su Gobierno los abandona a su suerte en un escenario a todas luces desequilibrado, no viendo además que la Administración mueve un dedo en su favor, más bien que arriman la sardina a la brasa bancaria, no les queda otra que botarse a la calle en su desesperación como única forma de protesta.

Hablan de asedio al Congreso como si se tratara de un nuevo asalto al Palacio de Invierno por la turba hambrienta de venganza en la Rusia prerrevolucionaria. Es una clara desmesura, aunque no podamos estar de acuerdo con los actos vandálicos y extremistas. Pero sin embargo nadie parece reparar en que es el mismo sistema, con su pesada maquinaria, quien radicaliza a una población indignada. Estamos en contra del asedio al Congreso, pero ¿y el asedio sistemático a los ciudadanos con los consentidos y más que bendecidos escraches de las entidades financieras al sufrido ciudadano?