El presidente del Club Náutico de Gran Canaria ha reculado y ahora permitirá pasar a gratis a sus instalaciones a aquel novio o novia cuyo sexo coincida exactamente con el del socio o socia titular. Lo que viene a llamarse pase de socio, del que uno, rural por antonomasia, desconocía en todos sus extremos.

Por ejemplo, Juanita, antes no podía entrar a una de las acreditadas verbenas de forma gratuita porque resultaba que su novia Engracia, socia del club, tenía los mismos atributos sexuales de Juanita. E idéntica circunstancia concurría con Manolo y Hortensio José, dado que ambos disponen para dar divertimento a sus cosas de semejantes cachivaches.

El señor presidente se mantuvo enrocado un tiempo en este sistema de apartheid náutico sexual apelando a que la tradición de la entidad era del tipo eléctrico-magnético, ya saben, la que establece que dos polos del mismo signo se repelen.

Sin embargo, las actividades que ancestralmente se celebran en el citado club, al igual que en otros muchos, no implican en ningún momento poner a prueba la fiabilidad de estos contactos electrógenos, de modo que el peligro de que se caigan los plomos, digamos durante una fiesta, o, vive Bentejuí, durante una clase de bergantín, son hartamente improbables.

Por otro lado, hay que tener un punto culichichi para no solo estar informándose de qué socio o socia retoza con los seres pluricelulares que estos tengan a bien, para en el caso de no estar apto para la antropología de la dirección abandonar al invitado bajo los celajes del zaguán mientras su pareja se lo pasa tuno dentro. Esto último es de una crueldad solo comparable con la cera depiladora.

Con esta apertura, pues, el Club Náutico pasó ayer del siglo I al XXI, algo que le honra por dos motivos. Por el salto en sí, un pequeño brinco para sus socios pero un avance para la capital que lo cobija, y porque se muestra que algunas tradiciones están ahí justo para romperlas. De no romper con algunas tradiciones nos estaríamos afeitando con lajas de cantera y tendríamos las uñas de los ñames grandes como cernícalos.