El CIS sitúa al oficio en el punto de mira. Algunos contertulios actúan bajo el dictado político. A lo largo de la mañana, como se escapó por error a un partido, reciben el argumentario a seguir en sus intervenciones; el magnate Murdoch se sienta en el banquillo para que le pongan colorado al desvelarse que para mantener en pie su amarillesco News of the World pinchaban el teléfono a famosos y otras celebridades. De tal forma conocían sus movimientos y disfrutaban de su intimidad. Todo por una exclusiva. Por no bajar ahora a las cloacas de la telebasura.

Sólo faltaba el Gobierno norteamericano -en el fondo nunca deja de ser la CIA, que todo lo sabe, la agencia en la que cuando caminas por sus pasillos no te sientes vigilado ni observado, aunque el Gran Hermano controle cualquier movimiento- para terminarlo de arreglar con los pinchazos telefónicos a la agencia Associated Press (AP), ordenados por el Departamento de Justicia, alegando que las filtraciones a la prensa podían poner "en riesgo" a personas y al propio país. Pensábamos que en este cúmulo de avatares no se podía llegar a más. Pero siempre es posible otra vuelta de tuerca. Y está, igual o más peligrosa.

Ahora resulta que la agencia de comunicación económica Bloomberg News, que ofrece de primera mano y en tiempo real lo que ocurre en el mundo de las finanzas mundiales, ha reconocido -e incluso en cierta medida justificado un poquito- que sus periodistas podían acceder desde el lado oscuro de sus pantallas a la información de los monitores de sus clientes, esto es, a las operaciones que efectuaban con este servicio utilizado de forma habitual y ampliamente por empresas, bancos e instituciones de todo el mundo. Más de 300.000 suscriptores sobre los que podían saber qué información consultaban, sus movimientos financieros y de paso obtenían noticias sobre ellos sin respetar la confidencialidad.

Así que, conocían sin problemas todos los seguimientos, intereses económicos y operaciones de sus suscriptores; sabían con qué frecuencia utilizaban el servicio de mensajería o buscaban datos sobre bonos o acciones. Ya no lo harán más, dicen.

Pero con esta argucia, pulían sus grandes exclusivas. Un caso de espionaje al sector financiero.

La más preocupante es que siendo Estados Unidos un país de libertades donde el periodismo es uno de los pilares básicos de su Democracia, como es en cualquier país avanzado, pueda llegarse a esos extremos. Unos extremos impuros que afectan colateralmente a todos, incluso a los más nobles y ortodoxos, minando su credibilidad.

Pero más preocupante es comprobar que ciertas prácticas puedan llegar no sólo a ser realidad sino alcanzar tal grado de pestilencia que arrasa con la normas básicas de la ética hipocrática del periodismo.

Internet no puede ser una puerta abierta a la intromisión personal dejando la ética guardada en un cajón. Ni la noticia, una excusa. Siendo además hechos así la perfecta coartada para recortar desde el bando político la libertad de información veraz y contrastada y al mismo tiempo la de prensa.

Hay que decir basta. No todo vale. Y eso ha de saberlo el lector porque actuaciones de este calado dinamitan la credibilidad de los medios. No se trata sólo de hacer autocrítica sino de cumplir los principios deontológicos del oficio. Aun así, por suerte, no todos estamos machados.