Tantos años clamando los europeístas por un verdadero gobierno europeo, y nos llega de esa manera: un gobierno que no responde ni directa ni indirectamente ante los electores, que está al servicio de los países más poderosos, y que no gobierna sobre estos, sino sólo sobre los que se encuentran en apuros económicos. Algo así como un alto comisariado que dicta lo que tienen que hacer los países en régimen de protectorado, a los que debido a su prodigalidad se les ha retirado la facultad de administrarse. Rechazábamos una Unión a dos velocidades y nos encontramos ahora con una Europa que va en directa y otra a la que le meten la reductora. Creíamos en el fin de la soberanía de los estados nacionales y caemos en el despojamiento de la soberanía de algunos países para que otros la tengan reforzada. El buen europeísta que no se vuelva euroescéptico de esta Europa es que no se entera.