Resulta lógico que se dote a la Policía de armas adecuadas para su trabajo, y no tenga que enfrentarse a misiles con espadas. Visto así, parecería normal el uso de troyanos para entrar en los sistemas informáticos de presuntos delincuentes. El problema, como siempre, son los daños colaterales y el llamado fuego amigo. Un delincuente se comunica con sus cómplices, pero también tiene novio o novia, familia, amigos, vecinos de red o coleguillas inocentes, que además pueden ser muy inocentes. Cualquiera que pase cerca de su red se verá alcanzado de un modo u otro por la pesquisa, y las ya acosadas intimidad de las comunicaciones y protección de datos serán un villancico. Todo esto en el mejor caso, o sea, el de que los vigilantes hagan su trabajo sin sucumbir a la menor tentación. Con tantos daños colaterales al final resultará que, en términos prácticos, éramos el enemigo, ¿lo seremos?