Vaya este soberano cabreo contra tirios y troyanos, churras y merinas, galgos o podencos, populares, socialistas, nacionalistas o amigos del quinto pino. Se trata del peloteo entre administraciones a la hora de solucionar los verdaderos y más acuciantes problemas de la gente, y el enfado lo activa una respuesta de Lourdes Méndez, portavoz del PP en el Congreso para estos menesteres, a una iniciativa del PSOE y la oposición sobre un plan de medidas urgentes contra la pobreza y la exclusión social. La diputada conservadora dice que el gobierno ya trabaja en esa dirección a través de varias leyes y consignaciones pero que, estricto sensu, la competencia es de las autonomías.

La misma zarandaja de siempre: sacar en procesión la competencia para ocultar o derivar la incompetencia. Porque la competencia para luchar contra la pobreza, infantil, madura o anciana, no tiene restricciones político - administrativas: es de todos en general y de cada uno en particular. Y es de todos porque a todos concierne, sea cual sea la trinchera en que se esté cobrando un sueldo público.

Los mandos de la Base Naval de Las Palmas, y su jefe de cocina, dieron de comer durante años a los indigentes que se acercaban a sus puertas muertos de hambre y ateridos de frío en invierno. No argumentaron que los militares solo estaban para pegar tiros y hacer maniobras para defender la patria. Lo mismo que antes de Zapatero creara la UME, las Fuerzas Armadas colaboraban en el salvamento marítimo a través del SAR o en la protección civil y en ayudar a apagar fuegos. Y estaba y está meridianamente claro que si es por rigurosa asignación competencial la cuestión corresponde a otros.

Pero incluso esos otros, el Cabildo, por ejemplo, ha desempeñado históricamente -desde la autonomía un poco menos, pero ha mantenido el compromiso- temas asignados a otros organismos. El Hospital Insular fue una prueba de ello; lo mismo que el campus de Tafira, el CULP, embrión de la ULPGC, las becas que empezó Matías Vega, el Centro de Tecnología Pesquera de Taliarte o la repoblación forestal, que compartió con el Icona en los tiempos del Icona. Y, por supuesto, el Dermatológico, evolución de la leprosería, el manicomio, desaparecido con la reforma psiquiátrica, que hizo desaparecer a estos centros pero no a los enfermos mentales.... y la asistencia a la infancia desvalida. Etc.

Pero en la actualidad, para cualquier cosa, para algo tan elemental como regar un árbol, o las palmeras de las autopistas, o para dar de comer en los colegios a niños que en sus casas pasan hambre de verdad, y no el hambre de los políticos endiosados, los otros no, o de los banqueros y jefes de la CEOE cuando se retrasa media hora el almuerzo o el canapé, siempre hay una competencia que vuela como una pelota de ping-pong, de raqueta a raqueta hasta que se olvida en el suelo debajo de un ropero.

La situación llega al colmo cuando los ciudadanos se enteran de que los parlamentarios tienen subvencionadas sus comidas en el Congreso, el Senado, la Asamblea de Madrid, y que el menú les sale más o menos al mismo precio que el de los chicos en las racionadas escuelas del Estado, y que además, han tenido subvencionados a cargo del dinero de los recortados contribuyentes hasta los gin-tonic en la barra de las Cortes. La indignación se generaliza, sea el aturdido personal progresista, conservador o no sabe/no contesta, cuando escucha a un alto cargo popular valenciano justificar con severa sonrisa el cobro a cargo del presupuesto del Congreso de una indemnización de 1.800 euros para sufragar gastos de desplazamiento en Madrid -o sea, alojamiento y comidas- cuando tiene casa gratis en un apartamento pagado por el partido. Otros reconocen que viven en un piso compartido o en propiedad... cuya hipoteca pueden pagar con esa indemnización, y así amasan una pellita para la vejez.

¿Dónde está el ejemplo? Esto es como predicar y quedarse con el trigo, hacer verdad ofensiva el refrán de que quien parte y reparte se queda con la mejor parte. En una era oscura, llena de sufrimiento e incertidumbre ante el futuro, que es un gran sufrimiento, no saber qué va a ser de uno y de sus hijos, el descaro, la ostentación, el desinterés por el dolor ajeno, el pasotismo ante las penurias de millones de familias, es no solo indecente; raya en lo criminal, porque produce daño.

Pero, claro, cómo van a saber cómo sufre la gente corriente si viven rodeados de privilegios. Suelen decir que estos asuntos son el chocolate del loro; y es verdad que el chocolate del loro del cuento de la condesa no soluciona nada. Pero comienza a ser un problema cuando hay miles de loros comiendo miles de chocolates; y entre chocolate y chocolate, caviar, lifting de plumas y otras vanidades. Menudos pájaros.