Euerámoslo o no, la puesta en escena condiciona nuestro estado de ánimo y predispone nuestras reacciones: ya sea al entrar en un banco, cuyo macizo pórtico de marmóreas columnas ya nos está sugiriendo la solidez de la entidad, ya sea en una comparecencia en un juzgado donde la tarima del tribunal pone en solemne pedestal a los que imparten justicia, el marco no se limita a sugerir, sino que en algunos casos puede llegar a condicionar nuestra respuesta.

Y un buen ejemplo de dicho fenómeno venía en la prensa hace unos días: según la escueta noticia de agencia, en un ambulatorio de la seguridad social, un individuo había intentado quemarse "a lo bonzo", vertiendo sobre sí los 5 litros de gasolina de un bidón de plástico que acarreaba al llegar a la consulta.

Afortunadamente se logró impedir que llegara a prender su encendedor, si bien el incidente estuvo a punto de terminar en trágica pira.

Pero lo curioso es que, al preguntarle a unas señoras que le precedían en la cola porqué habían tardado tanto en intervenir, y si no había despertado sus sospechas la aparición de un hombre con un bidón de gasolina, éstas contestaron con total naturalidad: "Pues no, pensábamos que llevaba una muestra de orina".