He conocido en los últimos ocho meses a distintos profesionales de la comunicación que trabajan en medios rusos. Hay una constante en todos ellos, y ellas, su peculiar conocimiento del inglés, y el desconocimiento por mi parte del ruso, hacen que la conversación se convierta en una especie de diálogo entre robocops. No hay entonación por su parte, es un inglés aséptico al que te ves conducido poco a poco. Pero siempre hay excepciones. Esta semana tuve ocasión de charlar con una periodista redactora de sociedad de un importante semanario. Joven y experta conocedora de su tiempo y de su sociedad. Moldeaba su inglés con esmero y entonación precisa, con una cálida pátina rusa que transmitía tranquilidad. Y también, para mi sorpresa, tenía un conocimiento de nuestro país sorprendente y antiguo.

La sorpresa vino cuando pronunció en perfecto español una frase emblemática que me hizo dar un respingo: "¡No pasarán!" y me habló de los niños de la guerra civil española, del apoyo que la Unión Soviética le había dado a la República española (me abstuve de comentar que habíamos pagado bastante por ese apoyo), de Federico García Lorca? Me abrumó, pero había una estupenda razón que explicaba su conocimiento, su madre era profesora de historia. Sin embargo, la bomba atómica de su discurso estaba todavía por llegar. Varias veces ya había aludido a que Rusia necesitaba un "brazo fuerte" para ser dirigida, un brazo fuerte político, pensé, y democrático, también pensé. Pero no iban por ahí los tiros de mi colega. Cuando empezó a hablar de Stalin, a justificar su represión por los tiempos que tuvo que afrontar y a que ese era el modelo de "brazo fuerte" que Rusia necesitaba, ya no di un respingo, simplemente me puse en guardia. Me atreví a preguntarle si tenía simpatía por alguna opción política, y la respuesta fue la que me esperaba: ninguna le gustaba, ninguna le valía. Es como cuando en España alguien te dice que es apolítico: en realidad te dice que es de derechas, muy de derechas.