Esta semana hemos visto en la prensa el interés del Cabildo en seguir desarrollando los proyectos relacionados con el tren en la isla de Gran Canaria.

Pensaba uno inútilmente que con la crisis actual y los recortes a los que se está sometiendo a la población de las Islas, además de a incrementos de impuestos y de precios, nuestras administraciones públicas, y sobre todo, nuestros regidores públicos, comenzarían a cambiar la forma de administrar el dinero de todos, mirando más por el verdadero interés público.

Pues ni siquiera eso va a ser posible, la realidad parece que va por un camino muy distinto al de nuestros dirigentes políticos que piensan que todo sigue igual y que para sus intereses, todo esto es pasajero, claro mientras la fiesta la paguen otros.

Viene esto a colación del nuevo anuncio remitido por el Cabildo insular a propósito del tren al Sur, esta obra faraónica que no tiene viabilidad alguna desde el punto de vista económico ni social y que se ha comido ya la friolera de dieciocho millones de euros solo en proyectos, estando pendiente de gastarse otros seis millones de euros de nada.

Estas ilustres señorías deben pensar que la gente debe ser tonta de capirote y que se puede transmitir cualquier ocurrencia sin más. Ver los argumentos que utilizan nuestros representantes públicos para justificar estos ingentes gastos en informes sobre el tren al Sur es mirar a lo que ha ocurrido en España durante estos últimos treinta años y que ha hecho jalonar a este país, en muchas ocasiones de "pandereta", de magnas obras de infraestructura por doquier con unos costos de vergüenza y una utilidad inexistente, todos adornados para su justificación de sesudos estudios de viabilidad que planteaban millones de usuarios y una amortización inmediata, a título de inventario, aeropuerto de Castellón y Ciudad Real, pabellones y centro de congresos en Madrid, Estaciones y AVE varios€

Para justificar lo injustificable vale todo, desde la más emponzoñada demagogia en tiempos de crisis (van a crear 18.000 puestos de trabajo) hasta la justificación más pueril (si lo tiene el de la isla de enfrente yo también quiero uno) pasando por la justificación del yo no soy tonto (como hemos pedido una inversión finalista, porque lógicamente no tenemos inversiones finalistas más importantes en las que pensar y perder el tiempo, tenemos que gastarnos el dinero sí o sí en un tren).

Mientras en este país no exista una ley que haga responsables a los que toman decisiones políticas sobre inversiones de este calibre haciéndoles pagar con todo su patrimonio las decisiones erróneas que adoptan y que pueden condicionar el futuro de una región y descalabros económicos, los pobres ciudadanos tendrán que seguir soportando este tipo de planteamientos simples y demagogos, con la consecuente permanente desconfianza y sospecha sobre estos representantes públicos.

Mientras tanto, al menos nosotros vamos tomando nota de quien dice unas cosas y otras a fin de que el día de mañana al menos sepamos a quién se debe esta toma tan inteligente de decisiones de inversión.