Las declaraciones de la canciller alemana, Angela Merkel, sobre la recesión económica en la zona euro ("es lamentable el escaso compromiso de los ricos en esta crisis") me han recordado inevitablemente a Gordon Gekko, el personaje principal de la película Wall Street (Oliver Stone, 1987) interpretado de forma certera por Michael Douglas. Es el prototipo de tiburón financiero de los años ochenta y noventa, que carece de cualquier código ético a la hora de hacer dinero, que destruye a cualquier competidor con malas artes o compra empresas a precios de saldo después de haber provocado su quiebra. Gekko hace de un joven, Bud Fox, su discípulo, colaborador y cómplice introduciéndole en el bando de los triunfadores y haciéndole partícipe de una arrogante sensación de poder.

Para muchos ejecutivos, en cualquier parte del mundo, sigue siendo válida la receta de Gekko a Fox para evitar problemas de conciencia: "Si quieres tener un amigo mejor te compras un perro". Con semejante exabrupto el protagonista trata de poner en evidencia los golpes bajos que se atribuyen a los grandes negocios. Pero no debe ser ese el mejor camino del éxito. La naturaleza humana con la mezcla de egoísmo y simpatía, que tan bien describió Adam Smith hace más de dos siglos, puede explicar los comportamientos mucho mejor que la pretendida deshumanización agresiva. Gekko representa, en este caso, el lado más negativo del capitalismo, el libre mercado para apropiarse de la riqueza que otros generan, la eclosión de una nueva forma de hacer negocios que viene acompañada de un sistema de valores en el que el fin justifica los medios.

El objetivo es el enriquecimiento y para conseguirlo hay que prescindir de toda ética. Es evidente que la especulación financiera va a existir siempre, es necesaria y forma parte de los mercados. Pero es un error confundir la especulación con la esencia del mercado y es un error aún mayor hacer participar a todo el mundo de ella. En un tiempo en que son los trabajadores los que se suicidan y no los empresarios como en la crisis de 1929, las palabras de Angela Merkel sobre la falta de colaboración de los ricos para salir de la crisis son algo más que una pose por mero interés electoral.